Distinguir el placebo es algo que escapa a la comprensión humana individual. Por eso se llevan a cabo complejos ensayos aleatorios (personas de distinta condición) y de doble ciego (ni el paciente ni el médico saben si están prescribiendo un placebo o una medicina real). Por eso el “pues a mí me funciona” es una frase casi medieval que no aporta ningún conocimiento fiable sobre la eficacia de una terapia.
Y también, por eso, incluso personas aparentemente sabias (pero que ignoran el funcionamiento del placebo, los ensayos de doble ciego o el simple método científicos) creen en terapias que nunca han superado al placebo. Dostoievsky, por ejemplo, dijo “las medicinas alternativas y naturales son las más potentes”. Y Gandhi: “La homeopatía permite curar a más personas que cualquier terapia”.
Estos sesgos cognitivos no solo afectan a quienes defienden algunas terapias naturales o simple agua sin principio activo (homeopatía), sino también a quienes consideran que la oración religiosa surte algún efecto beneficioso.
La oración no cura, e incluso te enferma
Partamos de la base que un sistema religioso basado en la oración es, cuando menos, ingenuo, provinciano y rayano con la esclavitud. Es decir: si rezas, te ayudan; si no rezas, no te ayudan tanto. Si cada segundo muere un niño de hambre en el tercer mundo será porque no reza, ¿y si rezara? ¿Y qué culpa tiene el niño de ignorar el poder del rezo? Y si nosotros rezamos para curarnos de una patología, ¿no resulta egoísta y provinciano que nos curemos mientras, simultáneamente, mueren millares de personas que no rezan?
Pero todo esto no es más que un razonamiento personal que podría aparecer en cualquier capítulo de South Park o Padre de familia. Vayamos a los datos empíricos. Si bien hay algún estudio que sugiere la oración ejerce algún poder, presenta errores fundamentales en su metodología.
Muchos estudios recientes no han demostrado el efecto de la oración sobre pacientes con leucemia o reuma ni sobre los que se someten a diálisis. Rezar a través de unos auriculares por el paciente anestesiado mientras se le practicaba una operación a corazón abierto tampoco surtió ningún efecto. Como explica el neurólogo Dick Swaab en su libro Somos nuestro cerebro:
Una combinación de catorce estudios bien conducidos llevó a la conclusión en 2006 que el rezo no tenía efectos sobre la curación de los demás. No obstante, un amplio estudio controlado ha demostrado los efectos negativos para pacientes con problemas cardíacos. El grupo constaba de seiscientos cuatro pacientes que fueron sometidos a un bypass a los que dividieron en tres grupos. Sin que los pacientes lo supieran, se rezan por el primer grupo pero no por el segundo, y no se apreciaron diferencias en el número de complicaciones. El tercer grupo sí sabía que se estaba rezando por ellos. Para el asombro de todos, fue este grupo el que mostró un mayor número de complicaciones. Podría especularse que los pacientes que sabían que se rezaba por ellos asumieron que estaban muy graves. Otro estudio mostró que cuantos más síntomas psiquiátricos tenían los pacientes, más rasaban.
Como explica Carl Sagan en su libro El mundo y sus demonios, en las salas de espera de los hospitales se producen más curaciones espontáneas que en Lourdes, donde hay miles de personas rezando. La proporción de “milagros” que se produce en Lourdes o Fátima están dentro de lo normal, y puede explicarse mediante el efecto placebo, las remisiones espontáneas y otros factores ya identificados como naturales.
A pesar de todo ello, el 82% de los estadounidenses cree que rezar puede curar las enfermedades graves, el 73% cree que rezar por otras personas puede curar una enfermedad y el 64% quiere que los médicos recen por ello.
Creo que la razón es que la gente que reza regularmente se siente bien al hacerlo. Aporta a los creyentes una sensación que va acompañada de un descenso de la hormona del estrés, el cortisol, en la sangre (…) Efectivamente, se pueden conseguir los mismos resultados con ejercicios de yoga, la meditación o escuchando tu música favorita.
Los efectos beneficiosos de la religión se pueden obtener apuntándose a clase de tango o cualquier otro club social. Pudiéndose así, de paso, evitar lo que ya diagnosticó Richard Dawkins en su libro El espejismo de Dios (y que podría extrapolarse a cualquier placebo, por considerarse éste una ilusión cognitiva): “Cuando una persona sufre una alucinación, se la llama locura. Cuando muchas personas sufren una alucinación, se la llama religión.”
Imágenes | Pixabay
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