En el sentido epistemológico, homeopatía y religión son equivalentes, sobre todo en lo que se refiere en los tres primeros puntos referidos en la anterior entrega de este artículo. El resto de puntos son menos comunes en las religiones tradicionales, pero están cada vez más presentes, desde hace años, en las apologías más sofisticadas de sus ideas religiosas.
De modo que, al referirnos al horóscopo o al psicoanálisis lacaniano como “nuevas religiones” o que sus seguidores “defienden sus doctrinas con fervor casi religioso”, nuestra intención es hacer juicios epistémicos, y nuestro tono es peyorativo sobre ese sentido. Alan Sokal añade: ¿deberíamos tratar de otra manera las doctrinas que reconocer ser religiosas?
Al decir esto abiertamente, sé que estoy en minoría. Incluso la mayoría de los liberales y los agnósticos ven con malos ojos los discursos rotundos sobre religión, a no ser que denuncien los excesos del fundamentalismo. Al fin y al cabo, las batallas de los siglos XVIII y XIX entre la Iglesia y los liberales seculares se resolvieron en general a favor de los segundos; la religión, en Occidente, ha abandonado casi todas sus pretensiones de influir políticamente, excepto en asuntos de moralidad sexual y de educación (en zonas de Estados Unidos donde los integristas tienen fuerza). Por tanto, los no creyentes han establecido un “modus vivendi” con la religión organizada: si ella se mantiene (más o menos) al margen de la política, ellos se contendrán de cuestionar públicamente la teología y de atacar los restos de sus privilegios temporales (las subvenciones estatales, en Europa, y las exenciones de impuestos y de normas, en Estados Unidos). ¿Para qué molestarse en criticar unas ideas tan inofensivas?
Algo parecido ocurre entre la comunidad científica y las iglesias no fundamentalistas, según el físico Alan Sokal:
La moderna visión científica del mundo, para ser sinceros, conduce directamente al ateísmo (o, como mínimo, a un deísmo inocuo o a un panespiritualismo que resultan incompatibles con los principios de las religiones tradicionales), pero pocos científicos se atreven a decir esto en público. Más bien son los fundamentalistas religiosos quienes acusan (con razón) a la ciencia de “atea”; los científicos, en cambio, normalmente se han esforzado por tranquilizar al público con el mensaje de que la ciencia y la religión, bien entendidas, no tienen por qué entrar en conflicto. Ésta es, sin duda, una política hábil, especialmente en Estados Unidos, puesto que aquí la mayoría de la gente se toma su religión muy en serio; algunos científicos se han afanado en convencerse a sí mismos (y al resto de nosotros) de que esta actitud también es intelectualmente honrada.
Podéis revisar algunos estudios sobre las creencias de los científicos en ¿Los científicos creen generalmente en Dios?
Vía | Más allá de las imposturas intelectuales de Alan Sokal