Uno de los malentendidos más frecuentes en discusiones sobre ciencia y pseudociencia es el producido cuando una parte (generalmente la que defiende la pseudociencia) afirma que la ciencia no es la Verdad absoluta, y que debería abrir sus miras a pseudociencias que quizá algún día alcancen el estatus de ciencia.
Esta crítica es tan común como errónea. La ciencia no se autoproclama como Verdad, sino como un modelo que funciona a fin de hacer pequeñas aproximaciones a la verdad.
En consecuencia, ningún científico del mundo (a no ser que sea un mal científico) afirmará que sus postulados son ciertos e incuestionables, sino que constituyen el mejor modelo explicativo del que se dispone. En cuanto alguien ofrezca un modelo mejor (incluidos los que profesan cualquier pseudociencia), éste sustituirá a aquél. Si mayor problemas. Pero, claro, antes deberá demostrarse que es mejor. Deberá demostrarlo el psedocientífico o el postulante.
Hasta entonces, la verdad, en minúsculas, es lo que afirma la ciencia oficial.
Lo explica así Neil Gershenfeld, físico y director del Centro del MIT para el estudio de los bits y los átomos en Este libro le hará más inteligente:
Kepler, que asumía la geometría basada en los poliedros platónicos para explicar los movimientos observables de los planetas, logró hacer predicciones muy exactas, que mejoran al enunciar las leyes del movimiento planetario, perfeccionadas a su vez por las leyes del movimiento de Newton (leyes que Einstein vendría a refinar nuevamente al enunciar la teoría de la relatividad). El hecho de que Newton estuviera en lo cierto no determina que Kepler se equivocara, del mismo modo que tampoco Newton queda descartado por el hecho de que Einstein diera en el clavo: estos modelos sucesivos diferían en virtud de sus presupuestos, de su precisión y de su aplicabilidad, pero no por ser más o menos veraces.
En otras palabras: la incertidumbre es inherente al proceso de descubrir lo que se ignora, no una debilidad que deba evitarse. Hacer descubrimientos no equivale a ganar combates: yo tengo razón y tú, no. Porque construir modelos es algo muy diferente a proclamar verdades.
Los problemas y los errores son violaciones de las expectativas asumidas que representan oportunidades de perfeccionar esas expectativas. Y las decisiones se toman ponderando los elementos que dan mejores resultados, no invocando una sabiduría heredada.
Porque la verdad es un modelo.