El formato adversarial, la discusión con argumentos, en la mayoría de temas complejos resultan una pérdida de tiempo. Porque al ser temas tan alambicados, las afirmaciones deberían estar acompañadas de libros, esquemas, diagramas, estadísticas, registros, etc.
Si en una conversación de bar el uno convence al otro, pues, probablemente lo habrá conseguido porque el otro carece de conocimientos fundamentados sobre el tema objeto de glosa, o porque no hay sesgos cognitivos muy fuertes que le inclinen hacia la postura contraria. Por el contrario, entre dos personas ricas en conocimientos, la discusión en tiempo real resulta infructuosa.
A la gente le encanta discutir en bares, afirmar, ponderar, discrepar, lanzar soflamas. Pero en tiempo real no somos capaces de hacer uso de sutilezas y confrontarlas como es debido. Cuando estamos tomando un café con alguien, solo nos servimos de los datos que acuden a nuestra mente en ese momento.
En primer lugar porque una conversación de bar dura unas pocas horas, a veces minutos. En segundo lugar, porque es difícil ser preciso y coherente si exponemos un tema complejo de memoria, y si, además, enfrente tenemos alguien que nos hace preguntas o interpelaciones.
La alternativa en forma de libro
Otra forma de discutir un tema complejo pasa por leer un ensayo sobre el mismo. Uno de esos ensayos de cien o doscientas páginas en los que las afirmaciones están apoyadas en bibliografía que podemos consultar. Mientras leémos podemos ir tomando notas, escribir reflexiones que más tarde maduraremos.
Leer un ensayo no es la panacea. Yo mismo me he descubierto esgrimiendo una opinión al leer un ensayo, y esgrimiendo la contraria al leer otro ensayo diferente. Pero, por el camino, he enriquecido ambas posturas.
Sea como fuere, determinados libros no dejan de ser constructos quintaesenciados y sintéticos de la excelencia del cerebro de su autor. Así que al leer al autor no quedamos para tomar un café con el autor, sino con la parte de su mente mejor amueblada y ordenada. Con el autor en su máxima expresión.
Por esa razón, aprovechamos esta entrada sobre la discusión de temas complejos para recomendar tres lecturas recientes que están en contra del tono optimista del que siempre hacemos gala respecto a la tecnología. Son libros que disponen de amplia bibliografía y que, aunque afirmen cosas que nos chocan, sin duda están bien argumentados y pueden dar que pensar. Mucho más que cualquier conversación de bar:
-La locura del solucionismo tecnológico, de Evgeny Morozov.
-Tecno siniestro, de Thomas P. Keenan.
-Superficiales, de Nicholas Carr.
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