ESTRELLAS PLAGIADAS
Otro plagiador cazado fue el astrónomo Ptolomeo (90-150).
Cuando los astrónomos del siglo XIX estudiaron su catálogo de 1.025 estrellas, descubrieron que algo fallaba, algo sospechosamente casual. Y es que el catálogo reflejaba las estrellas que se observaban desde Rodas, pero faltaban las que sólo se pueden observar desde Alejandría.
Lo cual era un poco raro porque Ptolomeo vivía en Alejandría. Así que cabe suponer que el astrónomo se limito a plagiar el catálogo de otro astrónomo que trabajaba en Rodas, Hiparco de Nicea. Y como aún no existía la SGAE, se salvó de la multa.
REALIDAD PINTADA
De nuevo otro científico que, al desear tanto que algo existiera, optó por simplemente pintarlo.
Se trata del zoólogo de principios del siglo XX Paul Kammerer, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Viena. El tipo en cuestión era un defensor de la teoría de Lamarck (que los rasgos adquiridos se transmiten a los descendientes, así que si uno hace muchas pesas en su vida, su hijo saldrá también más musculado).
Para demostrar que esto era cierto, presentó que los sapos parteros macho nacidos de una pareja que había sido obligada a aparearse en el agua presentaban cepillos copuladores, unas callosidades en los antebrazos y manos.
El problema es que estas callosidades no las heredaban los vástagos de los sapos a través de herencia lamarckiana. Lo hacían porque el bueno de Kammerer pintaba las callosidades de los sapos con tinta china.
Vía | Errores y fraudes de la ciencia y la técnica de Pedro Voltes