A pesar del tópico de que los niños, ya de por sí bastante movidos (o hemorroidales, como escuché una vez decir a un pariente de Herodes), las bebidas azucaradas no vuelven más nerviosos a los niños.
Ni las bebidas azucaradas, ni los dulces, ni las patatas fritas actúan como un excitante en los niños. Al menos no hay la menor prueba científica de ello.
Se han llevado a cabo diversos estudios en los que grupos de niños eran dopados con bebidas azucaradas y grupos de niños son bebidas sin azúcar, y los resultados no han sido significativos. Ni siquiera, según el British Medical Journal en 2008, cuando los niños tenían un diagnóstico de trastorno de déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Observaciones de 39 factores de rendimiento conductual y cognitivo encontraron que no hubo diferencias significativas entre las tres dietas para los niños “sensibles al azúcar”. Los niños de preescolar mostraron ligera variación entre los 39 rasgos, pero las diferencias no formaron un patrón.
Este tópico quizá nazca en 1973, cuando un alergólogo estadounidense llamado Benjamin Feingold demostró por primera vez que la hiperactividad infantil está relacionada con la dieta, por lo que propuso una para prevenirla. Feingold prohibía todos los colorantes y sabores artificiales, edulcorantes como el aspartato incluidos. Pero en el acervo popular empezó a confundirse el edulcorante con el azúcar.
Además, si el azúcar tuviera un efecto en la hiperactividad infantil, entonces sería mucho más probable que se hiperactivaran después de comer arroz o patatas.
La hiperactividad y los problemas conductuales son desafiantes a diagnóstico y tratamiento. Las dietas sin azúcar no tienen cabida en el control de niños con estas condiciones.