Llevo años escuchando a la gente hablar de la película ¿Y tú qué sabes? (What the Bleep Do We Know?). Es una película que mezcla mecánica cuántica y filosofía. ¿Qué es lo que somos? ¿Y la realidad? ¿Cómo la percibimos? ¿Podemos modificarla a través de nuestra mente? ¿Quién es Dios? ¿Y nosotros…?
Pero lo alarmante es que muchas de las personas que me hablan de ella, digámoslo finamente, no tienen un concepto muy equilibrado de la ciencia, el método científico y la epistemología más elemental. Es decir, son de los que fácilmente se dejan llevar por filosofías New Age, pulseritas Power Balance, homeopatía o programación neurolingüística (PNL).
Es decir, que algo huele a podrido en Dinamarca.
Hay que admitir que la película tiene una factura impecable. Además, en ella, varios científicos hacen declaraciones bastante inocuas sobre la manera en que los nuevos descubrimientos están revelando que el Universo es mucho más extraño de lo que se había supuesto.
Entonces, pasito a pasito, la película se adentra por caminos mucho más procelosos. Por ejemplo, cuando afirma que las moléculas del agua tienen la propiedad de infectarse por el pensamiento humano. Al parecer, un investigador japonés había demostrado que la propia forma de una molécula de agua podía ser alterada de forma radical simplemente con los pensamientos de las personas que andaban cerca.
Eso a mí me sonaba un poco a chino. Bueno, a japonés. Pero a mucha gente le sonó fascinante: basta con echar un vistazo a las hordas de indocumentados que empezaron a recomendar la película por toda clase de foros, mayormente de autoconocimiento personal y otras gaitas.
Curiosamente, la única prueba que aporta la película acerca de una afirmación tan alucinante es una serie de imágenes de cristales de hielo que tenían un aspecto hermoso después de haber sido bendecidos por un monje budista y adoptaban una apariencia fea después de haberlos expuesto a una persona con mal humor.
En la próxima entrega de este artículo analizaremos las implicaciones de este presunto hecho científicamente contrastado. Y quién hay detrás, ¡tachán!, de la financiación de esta película.
Vía | 25 grandes ideas de Robert Matthews