¿Os acordáis de Matrix? Allí, los seres humanos vivían en una realidad virtual, cuando en realidad sus cuerpos físicos permanecían almancenados en granjas a fin de que las máquinas obtuvieran energía de nosotros. Ahora extrapolemos el argumento al universo de los pollos, y tendremos una suerte de Oculus Rift para que los pollos crean que viven libres cuando en realidad están encerrados en una granja sirviéndonos de alimento.
Si las gallinas pudieran explorar los campos, corrales y bosques a través de la realidad virtual, ellos solo necesitarían de una cinta multi-direccional para hacerles creer que están en pasto abierto. Tal vez incluso ya no se discutiría si los pollos tienen una vida cruel. De hecho, de esto trata en el fondo este proyecto que parece haber salido de la cabeza del doctor Franz de Copenhague. De reflexionar un poco.
Austin Stewart, profesor asistente en la Universidad Estatal de Iowa creó el sitio web de Second Livestock como una forma de iniciar una conversación acerca de cómo la gente usa la tecnología para resolver problemas. Allí presentó el proyecto de realidad virtual para pollos como algo real (a pesar de que el precio de cada unidad posiblemente resultara impracticable en el mundo real).
Hemos consultado con expertos cómo sería el medio ambiente virtual óptimo para cada animal y hemos desarrollado nuestros entornos para permitir a nuestros pájaros tener una existencia plena. Hemos recorrido grandes distancias para asegurarnos de que nuestros pájaros son tratados lo más humanamente posible.
Ya sea una broma o una propuesta seria, «Second Livestock» invita a reflexionar a través de este proyecto acerca de la situación de los animales. Además de plantear cuestiones filosóficas espinosas: ¿sería más aceptable comernos pollos que se hayan criado en una realidad virtual? ¿Acaso nosotros no somos ya como pollos metidos en cajitas y contemplando el mundo a través de realidades virtuales?
En Xataka Ciencia ya hemos jugado en alguna ocasión a estos dilemas filosóficos plantéandonos si modificaríamos genéticamente a los cerdos para que su dolor se trocara en placer o para que desearan convertirse en jamón.
Vía | El Economista
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