Hace unas horas he publicado la lista de los diez viajeros a los que me gustaría parecerme de mayor (entiendo “mayor” como la adquisición de una cuota superior de experiencia y madurez), así que no puedo evitar repetir la fórmula por aquí, pero con los diez divulgadores a los que me gustaría parecerme de mayor. Mi elección no solo se funda en la erudición de los divulgadores, o en la brillantez de su carrera académica. Un buen divulgador, a mi juicio, no debe exclusivamente un tipo muy informado, sino saber transmitir los conocimientos que ha adquirido de la forma más entretenida posible.
Así que todos los divulgadores de la lista son, además de interesantes, tremendamente divertidos o entretenidos (la lista de los más estimulantes intelectualmente, como Edward O. Wilson, Steven Pinker, Richard Dawkins, Sam Kean o Daniel Dennett para otro día). Todos los que ahora voy a mencionar han conseguido que ame más la ciencia y que mis ojos se dilataran ante el sentido de la mayoría, sin renunciar a la diversión. Sé que nunca alcanzaré su grado de maestría, pero al menos sé cuál es mi objetivo. Ellos. Aquí van:
1. Bill Bryson
Éste será el único personaje que repite en mis dos listas, tanto en ésta, de divulgadores, como en la que confeccioné sobre viajeros, porque Bryson escribe sobre toda clase de temas, y en todos lo hace con una competencia y un sentido del humor que, entre sorpresa y sorpresa, he tenido que dejar de leer para soltar una carcajada.
Me gustaría que Bill Bryson fuera mi abuelo y sentarme cada noche junto a él para que me explicara cualquier ocurrencia al calor del fuego. Y yo mismo, si llego a ser un abuelo en zapatillas, me gustaría parecerme a Bill Bryson, con ese aire de Santa Claus jacarandoso e infinitamente erudito. Podéis leer mis reseñas entusiastas sobre algunos de sus libros, como Una breve historia de casi todo, En las antípodas, o En casa.
2. Natalie Angier
La primera divulgadora que consiguió que me enamorara platónicamente de ella es, sin duda, Natalie Angier. Porque es agudísima, inteligente, capaz de hilvanar oraciones jalonadas de tantas referencias pop que me da la impresión de estar asistiendo a un speech de Las chicas Gilmore o de cualquier serie de Aaron Sorkin. Angier también sabe hablar de todo. Ninguna disciplina se le resiste. Por mí como si me cuenta su último día de compras en el supermercado.
Junto a Una breve historia de casi todo, Angier ha escrito el que consideró el Libro Total para comprender la realidad bajo el vibrante prisma de la ciencia: El canon. También es autora de uno de los mejores libros de divulgación sobre la condición femenina, Mujer, que le da sopas con hondas a aquella nadería que fue El cerebro femenino, de Louan Brizedinne.
3. Carl Sagan
Carl Sagan no se caracterizaba por la chispa humorística de los anteriores autores mencionados, pero su forma de narrar, cercana, abierta, franca, empática y profundamente apasionada, resulta tan entrañable que no puedo evitar situarlo en esta lista. Sagan acostumbra a ser el autor con el que muchos pierden su virginidad en la divulgación científica (yo lo hice, con su El mundo y sus demonios, el libro de cabecera de cualquier escéptico de pro).
Sagan me ha inspirado desde que, de pequeño, contemplaba fascinado su serie Cosmos. Siempre pensaba: ¿Por qué mis profesores no son como él? Luego llegaron otros libros más profundos, pero igualmente asequibles, como El cerebro de Broca o Miles de millones. En ocasiones he intentado imitar, con más o menos fortuna, su estilo pedagógico, como podéis leer en esta réplica que vertí sobre cómo la ciencia es la manera más confiable de acumular conocimientos.
4. Bee Wilson
De nuevo nos encontramos con otra divulgadora que me suscitó las mismas impresiones que Natalie Angier: básicamente, que su cerebro estaba cableado por sustancias espídicas que abarcaban todos los conocimientos posibles para presentarlos con la soltura e ingenio de guionistas como Diablo Cody. No en vano, Bee Wilson es única mezclando un tema como la cocina y la gastronomía con todas las demás disciplinas científicas. Podéis leer mi reseña de su libro La importancia del tenedor.
En la próxima entrega de este artículo, abordamos los siguientes seis.
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