Mamá, quiero ser artista. Esa una frase que no asustaría a ningún padre. Bueno, sí, le asustaría pero por otros motivos: porque lo del artisteo no es serio, porque no es un trabajo seguro, etc. Pero digamos que aspirar a ser cantante o actor es como aspirar a ser bombero o astronauta, sueños legítimos de los niños. Aspiraciones normales. Sin embargo, a ver qué cara se le pone a tu madre si le sueltas a bocajarro: mamá, quiero ser científico. A no ser que seas el niño protagonista de Lluvia de albóndigas, cuya posesión más preciada en una bata blanca de científico, vuestros padres pensarán que tienes un problema: que quieres dominar el mundo, que eres un mad doctor emparentado con el doctor Frankenstein (o Fronkonstin) o que en clase no ligas nada, pero nada de nada.
Y hasta cierto punto es así. Además, desde la famosa conferencia sobre las dos culturas de C.P. Snow, lo de estudiar ciencias en vez de letras no sólo está asociado generalmente con mentes frías y esquemáticas, desprovistas de humanidad, sino que además no mola nada en la sociedad: uno puede ignorar lo que es el segundo principio de la termodinámica y no pasa nada, pero como digas que no sabes quién escribio Crimen y castigo, no tardarán en reírse en tu cara: ¡ignorante!
¿Entonces? ¿Para qué convertirse en científico? La verdad es que no hay muchos alicientes externos: todos los alicientes son demasiado privados: alimentar la curiosidad, entender cómo funcionan las cosas, emocionarse con la naturaleza. Sí, puede que por obra y gracia de la serendipia un día descubras una vacuna que salvará millones de vidas, pero eso sólo te servirá para que te pongan una placa en alguna plaza y poco más: al que seguirán citando en el colegio es al pesao ese de Dostoievsky. ¿O era Tolstoi? Ser científico no sólo no es cool sino que resulta tremendamente ingrato: por eso las carreras científicas sufren descensos en sus alumnos (en el aula de Física me han dicho que hasta se oye eco) y, al doctorarse, muchos deciden marchar a países donde mimen un poco más sus cerebros.
Pero si queréis unas cuántas razones prácticas y universalmente comprensibles que acaso os harán olvidar el mote de cuatro ojos, geek y todo lo demás, podéis pasarle por la cara a cualquiera un estudio reciente de la Comunidad de Madrid, titulado “Egresados universitarios. Inserción laboral de los titulados en 2006 y 2007 en las Universidades Públicas de Madrid“, que presenta un análisis pormenorizado de los tipos de contrato, los sectores de actividad y la temporalidad, entre otros factores. Del cual pueden hacerse algunas extrapolaciones presentadas por el portal madri+d:
-Menor tendencia a la desocupación. El paro de todos los titulados en carreras científico-técnicas se ubica por debajo del 10 %, siendo especialmente bajo entre los informáticos (3 %) y el resto de ingenierías (4,1 %), seguidas muy de cerca por los matemáticos y estadísticos (4,6 %).
-Muchos de los titulados en ciencias de la vida, informática, mecánica, electrónica y otra formación técnica consiguieron encontrar empleo en menos de 6 meses (41,8 %, 53,6 % y 64,5 %, respectivamente).
-Más de un tercio de los empleos creados para este grupo de egresados, por encima de los ‘empleados de tipo administrativo’, corresponde al grupo ocupacional ‘técnicos profesionales científicos e intelectuales’. Además, más de un 36 % de los titulados encuentran un empleo ajustado a su formación y para el que no están sobrecualificados.
-De entre los titulados en mecánica, electrónica y otra formación técnica con algún contrato en los tres años siguientes a su fin de titulación, sólo el 11,4 % lo subscribieron con una duración inferior a 12 meses. En el caso de los informáticos, ese porcentaje baja hasta el 7,7 %, mientras que los contratos indefinidos alcanzan un 81,1 % del total.
Son razones prácticas que nada tienen de romántico y que por supuesto significarán muy poco para los que de verdad amen la ciencia o que sean epistémicamente hambrientos por naturaleza. Pero al menos son unas buenas razones para esgrimir delante de tu madre cuando te diga eso de ¿que quieres ser qué?
Vía | Madri+d