Se le conoce por el nombre de Saerichnites Abruptus y vivió hace 49 millones de años en el fondo marino.
Nadie conoce exactamente su aspecto aunque se piensa que era un animal de cuerpo blando, por lo que no legó ningún resto para la posteridad. Lo que sí dejó fueron las huellas de su existencia submarina en la época del Eoceno.
Ahora se encuentra en el centro de interpretación Algorri (Guipúzcoa), donde reposará hasta que el paso de los siglos decida nuevos destinos.
'Saerichnites' vivió y murió en un fondo marino que con el tiempo emergió a la superficie hasta formar la gran enciclopedia del pasado que constituye el flysch.
Su rastro fue documentado por primera vez hace siete años por los geólogos Asier Hilario, director científico del biotopo Deba-Zumaia, y Juan Carlos Gutiérrez Marco, del Instituto de Geociencias del CSIC.
Desde entonces ha permanecido en su lugar de siempre, en el extremo noroeste de la playa de Izturun, aunque el riesgo de que un desprendimiento acabara con su existencia ha llevado a los científicos a rescatar la que está considerada como la huella de 'Saerichnites Abruptus' más completa, mejor conservada y más grande documentada hasta ahora.
La huella rescatada mide 1,5 metros de longitud y 3 centímetros de ancho, con unas protuberancias alternas (como botoncitos) de hasta 1,7 centímetros de diámetro.
A simple vista podría pasar por el tentáculo de un pulpo. Pero ni lo es ni se sabe cómo se las ingeniaba aquel ser para documentar su paso a base de protuberancias.
Hay dos teorías. Una de ellas sostiene que 'Saerichnites' se enterraba en el sedimento marino y a medida que avanzaba excavaba un conducto espiral.
Pero la explicación más aceptada sugiere que el ser, o lo que sea que fue en su día, introducía cada pocos centímetros un apéndice en la tierra para sondear su entorno en busca de comida.
Vía | Diario Vasco