¿Sería evolutivamente plausible que hubieran existido dragones?

Los dragones son una constante en la literatura fantástica, y con Juego de tronos o Cómo entrenar a tu dragón, están viviendo una nueva juventud. Sin embargo, ¿son criaturas plausibles? Es decir: si la evolución hubiera seguido otro curso, ¿podrían haber existido dragones?

En principio no parece algo descabellado, pues las características intrínsecas de un dragón, por separado, ya pueden encontrarse en especies existentes. Solo habría que montar el puzzle de otra manera, como si dijéramos.

Por ejemplo, el dragón vuela. Sus alas acostumbran a representarse de diversas formas, pero según Jack Conrad, un paleontólogo experto en reptiles del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, la forma más plausible sería la de un par de antebrazos palmeados:

Lo único parecido a esa posibilidad son las ranas que habitan en el oeste de Estados Unidos; contraen un parásito y acaban desarrollando nuevas extremidades. Pero siguen siendo idénticas a las anteriores, y no son demasiado útiles. Parece que cuando la naturaleza ha intentado generar un vertebrado hexápodo, este se ha extinguido. Esa es la principal limitación.

Según Conrad, las alas correosas de un pterosaurio son el mejor mecanismo para un lagarto gigante: por ejemplo, el guetzalcoatlus tenía una envergadura de 9 metros.

Respecto a la piel del dinosaurio, habría que fijarse en la piel de un cocodrilo, que está hecha en parte de láminas óseas: cuando los colonos europeos se toparon con ells, su piel demostró ser lo suficientemente dura para que rebotaran las balas de mosquete.

Lo más icónico de un dragón, no obstante, es que escupe fuego. ¿Hay algo así en la naturaleza? Técnicamente, no. Pero sí que existen escarabajos que pueden arrojar productos cáusticos, capaces de quema la piel de un ser humano. Tal y como explica Bjorn Carey en su libro ¿Sabías qué...?:

Si a ello añadimos que las cobras escupen veneno con gran precisión sobre objetos situados a casi dos metros de distancia, ya podemos imaginarnos a nuestro dragón imitando esa habilidad para arrojar su sustancia inflamable. Y ¿cómo encenderla? “Bueno, quizá existiría algún órgano especializado, una especie de cola eléctrica de anguila en la boca, que podría servir de mecha”.

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