Los jóvenes de hoy no están perdiendo los valores. En primer lugar, porque perder los valores sería equivalente a ser vaciado de valores hasta que no quede ninguno o casi ninguno. Lo que sucede es que los valores, en los jóvenes, cambian. Y eso siempre ha ocurrido. Por esa razón, todos los mayores, de todas las épocas de la historia, han repetido amargamente que los jóvenes de antes eran mejor.
Sin embargo, una sociedad con valores es aquella que evalúa continuamente cuáles son los aspectos de las normas de una cultura a los que merece la pena atenerse y cuáles ya resultan obsoletos.
Menos miedo
Ahora, quizás, hay más desinhibición sexual, los alumnos son más descarados con los profesores que antes, las normas en general no se cumplen tan a rajatabla, pero probablemente eso sucedía por el miedo al castigo, no porque las personas fueran mejores. Pero incluso ahora que hay menos miedo al castigo, en términos generales somos más empáticos con el prójimo.
Es lo que sostiene, desde 1981, una red mundial de científicos sociales y politólogos lleva a cabo esta investigación, haciendo encuestas nacionales representativas en casi 100 países. Esta monumental investigación se llama Encuesta Mundial de Valores. Según explica el psicólogo cognitivo Steven Pinker en su libro En defensa de la Ilustración, que abunda en los resultados de este estudio:
Los datos muestran que los países más liberales son también, por término medio, más educados, más urbanos, menos fecundos, menos endogámicos (con menos matrimonios entre primos), más pacíficos, más democráticos, menos corruptos y menos castigados por la criminalidad y por los golpes de Estado.
Así que no. No se están perdiendo los valores. Ni siquiera los jóvenes de hoy son peores que los de antes. Solo son diferentes. Y, por si fuera poco, otra idea contraintuitiva: ni siquiera es probable que estos cambios se deban a la educación de padres o profesores.
La gente otorga una gran importancia a la educación, a los valores que transmiten los padres a sus hijos, a los buenos profesores... sin embargo, no somos como somos por esos factores. O mejor dicho: esos factores solo forman parte de una compleja constelación de factores que en nada se parece al relato popular de cómo acabamos siendo como acabamos siendo, como podéis ver a continuación:
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