Los niños nacen con patrones de conducta que vienen de serie, determinadas habilidades que vienen codificadas en los genes. Sin embargo, estas destrezas latentes, si no se activan a edades tempranas, quedan permanentemente desactivadas. En ese sentido, el niño nace salvaje, y si educación y contexto social adecuado, el niño se queda atrapado en un estado salvaje aberrante.
En otras palabras, el niño no es un adulto, y debe tratarse como un niño. Si hacemos lo contrario, podemos estar incurriendo en un sesgo de adultificación.
Adultificación y su antítesis adulta
Un buen libro sobre el tema de la adultificación es The Importance of Being Little: What Young Children Really Need from Grownups, de Erika Christakis. Ella usa la adultificación como la incapacidad de ver el mundo desde la perspectiva de un niño.
Paradójicamente, además, estamos tratando a los niños como adultos en algunos asuntos, como desvalidos en otros, y, encima, exigiendo que las mujeres parezcan más niñas.
Este estudio habla de ello examinando la “adultificación” de las niñas y la “juventud” de las mujeres en revistas, en las que las niñas se “visten de forma elegante” para parecer mujeres y las mujeres se “visten de forma informal” para parecer niñas.
El análisis incluyó un total de 540 imágenes publicitarias y editoriales de revistas estadounidenses para mujeres, hombres y adolescentes. Los resultados muestran que la adultificación prevalece más que la juventud, que la juventud prevalece por igual en las revistas para hombres y mujeres, que las niñas que son adultificadas tienen mayor probabilidad de vestirse de manera provocativa y exhibir expresiones faciales sexys, y que la publicidad y las imágenes editoriales tienen la misma probabilidad de aparecer adultificación y juventud.
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