Todo el mundo lee. Eso es innegable en un contexto de alfabetización. Así que, a estas alturas, lo importante no es leer, sino qué leer.
Cuando se publica una estadística sobre el número de libros que se leen en un año no debemos ni alegrarnos ni decepcionarnos, porque nada nos revela en realidad sobre lo que la gente está leyendo (hilando fino, solo sabemos lo que está comprando o dice que está leyendo). Todo el mundo lee, desde una etiqueta de jabón en la ducha hasta el Facebook, pero si se trata de hojas pegadas y servidas por una editorial, entonces parece que la lectura es cualitativamente superior. Pero no.
Diferenciar entre La enzima prodigiosa (porque es un libro) o El Marca (porque es un diario deportivo) es improductivo. Lo relevante es el tipo de lectura, y entonces ya dejamos atrás lo improductivo y nos adentramos en lo espinoso. Lo que algunos estudios sí sugieren, sin embargo, es que pudiera existir una diferencia cualitativa nada desdeñable entre la lectura online y la lectura offline.
La concentración en la lectura online, así como el tiempo que se invierte en un texto largo, parece menor que en la lectura offline. En el último informe elaborado por la consultora comScore, la lectura online de prensa diaria está creciendo mes a mes, frente al descenso del consumo de prensa tradicional.
Solo en Estados Unidos, la prensa digital registra una audiencia fija de 176 millones de lectores únicos. Esta penetración se debe, sobre todo, a lectores de móviles, como el smartphone o la tablet. El mayor desafío de la prensa, en estas condiciones, es que el lector permanezca más tiempo leyendo (a fin de que aumente la inversión publicitaria online).
Pero los datos revelan que el tiempo de exposición a un periódico digital es menor en comparación a un periódico de papel: la versión online de The New York Times es de 4,6 minutos, y éste es el diario que mejores resultados obtuvo.
Cuando leemos en un libro físico podemos concentrarnos durante más tiempo que si leemos un texto electrónico en el que abunda el hipertexto en un soporte que probablemente tiene conexión a Internet, puede recibir correos electrónicos y mensajes de Whatsapp, etc.
Erping Zhu dirigió un experimento para demostrarlo, invitando a que dos grupos diferentes de personas leyeran el mismo fragmento de un texto online. Descubrió que la comprensión disminuía a medida que aumentaba el número de hipervínculos.
Éste es el poder de los textos escritos. Pueden cultivar el conocimiento o la ignorancia. Y en función de si se lee online u offline parece que puede ser comprendido o parcialmente asimilado.
Imágenes | Pixabay
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