La procrastinación es el hábito de aplazar las cosas que deberíamos hacer, enredándonos en tareas menos importantes o incluso gastando nuestro tiempo deliberadamente en cosas que nos obligamos a creer que son más perentorias.
Pero este defecto no solo lo tienen los seres humanos, sino otros animales.
Palomas procrastinadoras
James Mazur, psicológo formado en Harvard, ha logrado demostrar indirectamente la procrastinación en los animales, concretamente en palomas: adiestró a un grupo de ellas para dos horarios de trabajo diferentes y les dio la posibilidad de escoger el que preferían.
Ambos tenían como premio una golosina tras el mismo plazo, pero en primero se iniciaba con un poco de trabajo y venía después de una larga dilación, mientras que el segundo empezaba con una larga dilación y concluía con mucho más trabajo (hasta cuatro veces más).
Básicamente, las palomas debían escoger entre trabajar un poco primero, para después descanar, o bien tomárselo con calma primero, para luego afrontar un trabajo más duro.
Ya sabemos lo que la mayoría de nosotros haríamos, pero curiosamente las palomas también optaron por la misma estrategia, tal y como explica Piers Steel en su libro Procrastinación:
Posponían la tardea pese a que les esperaba un trabajo mucho más arduo para obtener al final la recompensa. (...) Los pájaros dejan para más adelante hacerlo y hasta los chimpancés del zoo dejan para más adelante hacerlo.
A la hora de procrastinar, pues, casi todos los animales estamos cortados por el mismo patrón.
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