Tras las declaraciones desopilantes de Miguel Bosé o Enrique Bunbury, uno llegaría conceptuar al movimiento antivacunas como una turba de ignorantes y paletos y que solo los libros funcionarían de verdadera vacuna neuronal.
Sin embargo, las cosas son un poco más complejas. Porcentualmente, hay una gran cantidad de personas antivacunas que disponen de más información y han leído más libros que el ciudadano medio. Es cierto que, a mayor educación superior, más se confía en las vacunas y también más se desconfía en que causen autismo (que no lo causa). Sin embargo, según Peter Hotez, decano de la Escuela Nacional de Medicina Tropical del Baylor College of Medicine, especialmente en áreas urbanas, los antivacunas tienden a ser más ricos. También provienen de regiones del país con las tasas de educación más altas, como universidades y ciudades tecnológicas. Estos antivacunas tienen mejor acceso a Internet y más tiempo para visitar sitios web y salas de chat que ya se alinean con su sistema de creencias. Online y en libros, pueden encontrar mucho combustible para alimentar su teoría de la conspiración. Amazon y Facebook, dice Hotez, son algunos de los mayores proveedores de información falsa y libros contra la vacunación.
Es decir, que no son los más preparados académicamente, pero tampoco son los menos. En lugar de carecer de datos científicos, carecen de confianza en los principios e instituciones que producen y difunden la ciencia. Si conoces a un antivacunas, es posible que tengas más suerte persuadiéndolo al tratar de explicar cómo crees que funciona la ciencia y por qué confías en lo que te han dicho, en lugar de descartar sus creencias como irracionales.
Antivacuna tipo
Los antivacunas no son tontos. Muchos son inteligentes y hasta cultos, tienen dinero, tienen acceso a internet, son capaces de organizar campañas, divulgar de forma eficaz, difundir bulos. Por eso, precisamente, los estudios han demostrado que estos grupos son particularmente problemáticos porque pueden propagar rápidamente enfermedades prevenibles por vacuna, como el sarampión.
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, las tasas de vacunación contra la gripe entre los adultos el año pasado fueron solo del 37 por ciento, un 6 por ciento menos que el año anterior. Y la agencia estima que este año ha habido al menos 36 millones de enfermos de gripe. Ya ha habido más de 22 000 muertes por influenza estacional este año.
Lo que ocurre también es que, a menudo, las personas más educadas e inteligentes disponen de formas más sofisticadas de autoengañarse, hasta el punto de que son capaces de rebatir con facilidad los argumentos en contra de quienes les rodean. Son idiotas sabios, idiot savans. Por eso, según el neurocientífico social Jay Van Bavel, director del Laboratorio de Percepción y Evaluación Social de la Universidad de Nueva York: "Las personas con más educación tienden a estar más polarizadas". En cualquier tema, no solo en las vacunas.
En otras palabras, si su tribu no cree en las vacunas, es poco probable que cambies tus creencias, incluso si pueden ser inexactas. Usarás tus destrezas intelectuales y culturales para reafirmar tu prejuicio. Como resultado, defenderemos nuestros campamentos incluso si sabemos que ciertas posiciones son incorrectas o incluso poco éticas.
A diferencia de muchas otras especies animales, para los humanos no hay mayor castigo que ser rechazado o excluido del grupo. Estamos tan en sintonía con la posición social que cuando nos sentimos solos o separados de nuestro grupo percibido, ello provoca cambios en nuestros cerebros. Estos cambios pueden hacer que el cuerpo libere cortisol, la hormona del estrés. Necesitamos formar parte de la tribu, de la manada, aunque eso suponga emplear toda nuestra inteligencia en autoengañarnos y tomar posiciones dañinas para los demás, para nosotros y para la humanidad en general.
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