Un reciente estudio sobre el atractivo de los trabajadores encuentra que existe una gran 'prima salarial por belleza' para trabajos que requieren una interacción interpersonal significativa, si bien no para empleos que requieren principalmente trabajar con datos.
Bienvenidos a la brecha salarial por belleza. Una brecha, otra más, que pone en evidencia que las razones, sesgos y heurísticas que usamos para valorar a los demás laboralmente son interminables y que, posiblemente, eliminarlas supondría reducir la libertad ostensiblemente.
Jungla de sesgos
Esto pone en evidencia, una vez más, que los empleadores discriminan. Otra cosa es que consideremos que esa discriminación es positiva, negativa, inevitable o evitable, lo cual ya entra en el terreno político, casi filosófico, y también deontológico.
Lo que parece evidente es que discriminar es la única forma de escoger: frente a dos currículos idénticos, uno debe escoger algo que le incline hacia uno u otro empleado... lo que incluso puede derivar en discriminar por color de piel: por ejemplo, si abres un restaurante ambientado de gastronomía africana, tener camareros de piel negra puede ser preferible para el empleador si considera que aumentará sus beneficios.
Pasó la época en que frenólogos y fisonomistas inferían las características del ser humano a partir de las protuberancias del cráneo o los rasgos faciales. Sin embargo, ello no ha eliminado nuestra tendencia innata a juzgar a los demás por el tipo de cara que tienen. Por eso los villanos acostumbran a tener cara de malo. Por eso en los tribunales de justicia, los que tienen defectos faciales suelen ser condenados más fácilmente por jurados populares.
A pesar de que la personalidad de un individuo está repleta de matices y raramente conseguiremos descifrarla en unas pocas interacciones personales, tendemos a considerar la cara como una especie de piedra Rosetta que descodificará todo el universo interior de un desconocido.
Con todo, este es un tema complejo, proceloso, lleno de aristas afiladas como las espinas de una rosa como la que guardaba la Bestia, así que puedes zambullirte en sus hondas consecuencias multifactoriales en el siguiente vídeo:
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