En la anterior entrega de este artículo observábamos que, lejos de anécdotas personales y discursos mediáticos amplificados, los índices de violencia entre los jóvenes no dejan de disminuir. A pesar de ello, mucha gente se esfuerza en evitar que los jóvenes consuman violencia.
En la película E.T., estrenada en 1982, unos agentes de policía persiguen armados con pistolas a los niños protagonistas, y en 2002, al reestrenarse la cinta, Spielberg sustituyó digitalmente las armas de fuego por walkie-talkies.
A pesar de estos intentos de disminuir la violencia en los medios, lo cierto es que los adolescentes consumen más violencia que nunca antes. Pero lo hacen a través de pantallas, y luego ese comportamiento no se refleja en la vida diaria, dadas las estadísticas. Podéis leer más al respecto en ¿La televisión realmente aumenta los casos de violencia?
Steven Pinker abunda ello en su libro Los ángeles que llevamos dentro:
El incremento histórico de la valoración de los niños ha entrado en una fase decadente. Ahora que, sin duda, los niños no van a ser asfixiados el día de su nacimiento, no van a pasar hambre en inclusas, no van a ser envenenados por nodrizas, ni golpeados hasta la muerte por sus padres o cocinados por madrastras, ahora que no trabajarán hasta caer extenuados en fábricas y minas, ni serán víctimas de enfermedades infecciosas ni serán apaleados por bravucones, los expertos se devanan los sesos buscando maneras de añadir incrementos infinitesimales de seguridad a partir de una curva de rendimientos decrecientes o incluso negativos.
No se permite a los niños salir a la calle durante el día (cáncer de piel), jugar en la hierba (garrapatas de ciervo), comprar limonada en un puesto callejero (bacterias de la piel del limón) o lamer la masa de pastel de la cuchara (salmonella de huevos crudos). Los patios de recreo investigados por los abogados han tenido que acolchar la hierba artificial con goma, ha habido que bajar los toboganes y las barras a la altura de la cintura, y se han suprimido del todo los balancines (para que el niño de abajo no salte y vea que el de arriba baja de golpe al suelo).
Raptando niños
Un fenómeno similar ocurre con el miedo a que un niño sea raptado, sobre todo a raíz de las noticias que vemos en televisión (en ese sentido, el periodismo actual es uno de los mayores generadores de ignorancia, miedo y analfabetismo aritmético).
Si eres niño en Estados Unidos, la probabilidad de ser raptado no sólo es ínfima, sino que decrece con los años. En 1990 se producían de 200 a 300 raptos. Actualmente, 100, siendo 50 de ellos asesinados. Si en Estados Unidos hay 50 millones de niños, esto supone un índice anual de homicidios de uno entre un millón (0,0001 por cada 100.000).
Es decir, que la probabilidad de ser raptado en Estados Unidos siendo un niño es una vigésima parte del riesgo de morir ahogado, y una cuadragésima parte del riesgo de sufrir un accidente de coche mortal.
El escritor Warwick Cairns calculó que si alguien quería que su hijo fuera secuestrado y retenido toda la noche por un desconocido, debería dejarlo en la calle solo y desatendido durante setecientos cincuenta mil años. (…) Si trescientos millones de personas cambian su vida para reducir el riesgo de cincuenta personas, seguramente harán más mal que bien, debido a las consecuencias imprevistas de sus ajustes en las muchísimas más de cincuenta personas que resultarán afectadas.
Si aún continúais recelosos acerca de estas estadísticas, y pensáis, bien, serán menos violentos, pero son más maleducados, se han perdido los valores, antes se respetaba más a los adultos... entonces os recomiendo encarecidamente la lectura de ¿Se están perdiendo los valores? ¿Qué valores?
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