Probablemente todos habréis sido testigos de su buena mano con los perros. Con unos simples movimientos, César Millán ha conseguido que su programa, El encantador de perros, sea uno de los más populares para los que una mascota en casa.
Millán puede con todo. No importa que el perro sea un rebelde indomable de ladrido fácil, como si fuera adicto al Red Bull, o un caprichoso que horrorizaría incluso a las Spice Girls: en pocas horas o días, César Millán consigue que el perro en cuestión deponga su actitud y se convierta en paradigma de mansedumbre.
¿Cuál es su secreto?
Parte del éxito de Millán hay que buscarlo en su forma de moverse y mirar. Los perros, a diferencia de otros animales, focalizan su atención en los seres humanos, como han sugerido experimentos llevados a cabo por el antropólogo Brian Hare, en los que situaba una golosina bajo una de dos tazas, colocadas a un metro una de otra.
El perro intuye que le espera un premio, pero no sabe bajo qué taza se encuentra. Entonces Hare señalaba la taza derecha, la tocaba, la miraba fijamente. El perro, entonces, se dirigía a la taza derecha en la mayoría de ocasiones. Sin embargo, cuando Hare realizó el mismo experimento con chimpancés (un animal que comparte el 98,6 % de nuestros genes), el chimpancé no reaccionó de la misma manera. El perro mira al hombre en busca de ayuda; el chimpancé, no.
Concluye Hare:
Los primates captan muy bien las señales de su misma especia. Si fuéramos capaces de hacerlas similares a las suyas, seguramente las leerían mejor. Pero no son muy buenos a la hora de captar las señales humanas cuando se intenta cooperar con ellos. No las entienden. Piensan: “¿Por qué no me dices de una vez dónde está el plátano?”. La especialización clave de los perros, en cambio, es que prestan atención a la gente, cuando ésta hace algo tan humano como compartir la información sobre algo que otro podría de hecho querer (…) Los perros están realmente interesados en la gente. Hasta el punto de obsesionarse. Para un perro, uno es una pelota de tenis gigante y ambulante.
César Millán se crió entre perros. Si bien no tiene ninguna formación académica especializada, aprendió todo lo que sabe sobre perros en México, en el rancho que su abuelo tenía en Sinaloa. Con 21 años, Millán viajó de su ciudad natal a Tijuana y un “coyote” le cruzó la frontera por 100 dólares. Y bien… pronto empezó a prosperar su negocio de cuidados caninos en Estados Unidos.
De niño, incluso, lo llamaban “el Perrero”. Y es que Millán se lleva mejor con los perros que con las personas: las declaraciones de su ex mujer acerca de su frialdad, condescendencia y machismo en el trato diario, dan buena fe de ello.
Porque Millán sabe qué hacer cuando los perros le miran. Por ello calcula cómo debe apoyar su cuerpo, si hacia delante o hacia atrás. El movimiento hacia delante es interpretado por el perro como agresivo; el movimiento hacia atrás (aunque sólo sea medio centímetro), significa que la intención no es amenazante. Significa que uno ha abandonado lo que los etólogos denominan “movimiento de intención” de proceder un avance.
Ladee usted la cabeza, aunque sea ligeramente, y el perro quedará desarmado. Mírelo de frente y él lo leerá como una bandera roja. La posición de firmes, con los hombros rectos, no caídos, puede significar la diferencia entre si un perro obedece una orden o no. Respirar con regularidad y profundamente (en vez de contener el aliento) puede significar la diferencia entre desactivar una situación tensa o encender la espoleta.
Patricia McConnel, que imparte clases en la Universidad de Wisconsin (Madison) y es autora del libro Al otro extremo de la correa, añade:
Creo que nos miran a los ojos, y adónde miran nuestros ojos y lo que traslucen nuestros ojos. Un ojo redondeado con la pupila dilatada es señal de alta excitación agresiva en un perro. Creo que prestan enorme atención a la expresión de nuestra cara, si los músculos faciales están relajados o no, porque ésta es una seña muy importante que tienen ellos unos con otros.
Cuando un experto analiza con detenimiento los movimientos de César Millán en los programas de El encantador de perros, observa cómo todo ello es tenido en cuenta. Los expertos en movimientos del cuerpo humano, como Karen Bradley, directora de los estudios de Danza en la Universidad de Maryland, han sugerido que Millán se mueve de un modo muy particular, fluye.
Para ello aplican el llamado análisis de Laban, que interpreta, por ejemplo, el lenguaje corporal de la gente, la fluidez y simetría de sus movimientos o el tipo de “esfuerzo” que implica.
Si uno quiere subrayar algo, puede bajar la mano a lo largo del cuerpo en un solo e inequívoco movimiento. En cómo se ejecute dicho movimiento afecta enormemente al modo en que lo interpretará el can. Lo mejor es bajar la mano con un movimiento explosivo, vinculante, ejecutado con una fuerza aceleradora, terminado con brusca precisión y acompañado con la cabeza y los hombros, que descenderían simultáneamente, de forma que la postura esté en armonía con el gesto.
Otro de los recursos que a menudo emplea Millán es su popular movimiento con los dedos, en el que parece clavarlos en el cuerpo del perro, mientras Millán emite un siseo entrecortado con la boca. En realidad, lo que hace Millán es “morder” con la mano en el hombro del perro, firmemente y con calma. La mano es la boca. Sus dedos son los dientes.
Vía | Lo que vio el perro de Malcolm Gladwell