La superstición es la creencia que atribuye una explicación a la generación de los fenómenos, procesos y sus relaciones sin ninguna prueba o evidencia científica.
Pueden estar basadas en tradiciones populares u otras acciones normalmente relacionadas con el pensamiento mágico como rezos, ensalmos, conjuros, hechizos, maldiciones u otros rituales. Es decir, que las pseudociencias, así como las religiones, son supersticiones. Pero también los son otros muchos comportamientos, incluso los políticos, como nos demostraron las palomas de Skinner.
Correlación por encima de causalidad
La superstición de la paloma es un experimento ya clásico de Skinner que fue llevado a cabo en 1948. En este experimento participaron ocho palomas hambrientas, las cuales fueron introducidas en la llamada caja de Skinner o cámara de condicionamiento operante, un instrumento de laboratorio utilizado en análisis experimental del comportamiento para estudiar el comportamiento de los animales.
En ésta, las palomas disponían de comida a intervalos regulares con independencia de la respuesta que emitieran. Es decir, que eran capaces de establecer correlaciones (pasa esto después de que haya hecho aquello) pero no causalidades (pasa esto porque he hecho aquello). Sin embargo, vía superstición, la correlación era confundida por la causalidad.
Cada paloma desarrolló por tanto una respuesta propia, idiosincrática. Tanto fue así que daba la impresión de que las palomas se comportaban de ese modo tan particular debido a que creían que su conducta provocaría la aparición de la comida. Pero esos comportamientos eran inútiles, ineficaces, casi rituales. Eran supersticiones.
Unas pocas conexiones accidentales al azar entre un ritual y consecuencias favorables son suficientes para establecer un mantenido comportamiento a pesar del hecho de que no haya reforzamiento causal.
La superstición, pues, opera a todos los niveles de la sociedad. Por ejemplo, en política, uno puede defender sencillamente una ideología porque ha establecido correlacionalmente que es útil o beneficiosa. Esto sucede no tanto porque no se disponga de datos científicos que ofrezcan vínculos causales, sino porque en muchas ocasiones, dada la complejidad y las variables implicadas en la política, la economía y otros campos, sencillamente no se pueden disponer de tales datos, lo cual casi empuja al agente racional a comportarse como un agente supersticioso.
Podéis profundizar en ello, así como en una explicación de las palomas de Skinner del filósofo Gustavo Bueno, en el siguiente vídeo:
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