Las personas que asumen compromisos de antemano (del tipo, si pasa X, entonces haré Y), es mucho más probable que actúe para alcanzar sus objetivos que las personas que carecen de esos proyectos mentales.
Es decir, que si tenemos que hacer una lista de buenos propósitos para el nuevo año, seguramente los abandonaremos pronto porque solo son eso: objetivos. No hay plan de antemano.
Propósitos de implementación
Por ejemplo, quiero beber menos alcohol, pero tengo que planear que si el camarero me pregunta si quiero algo más, entonces tendré que pedir por sistema agua con gas.
El psicólogo Peter Gollwitzer llama a esta planificación mental en la persecución de objetivos "propósitos de implementación". No hace falta que sean planes muy elaborados, pueden ser del tipo: cuando salga hoy del trabajo, voy a ir directo al gimnasio. Tal y como abunda en ello Chip Heath en su libro Momentos mágicos:
La probabilidad de éxito es imprsionante. Fijar propósitos de implementación multiplicó por más del doble el número de alumnos que entregaron determinados trabajos a tiempo; dobló el número de mujeres que realizaron autoexploraciones del pecho en meses determinados, y redujo a la mitad el tiempo de recuperación de pacientes con prótesis de cadera o rodilla.
Así que, con cada nuevo propósito de año nuevo, nada como un árbol de propósitos de implementación para que, ante la duda o el descuido, sepamos lo que debemos hacer en cada momento.
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