A pesar del título, no voy a hablaros de religiones ni de metafísicas. Sencillamente voy a hablaros de las creencias que albergáis sobre las cosas más cotidianas, las creencias que apuntalan vuestros argumentos en apariencia más racionales.
Porque todos nosotros tendemos a ver lo que queremos ver y a oír lo que queremos oír. Es lo que en psicología se llama “razonamiento motivado”: somos menos minuciosos examinando evidencias que concuerdan con nuestras creencias. Si alguien cree en el creacionismo y descubre un argumento en contra de la evolución, lo aceptará con más facilidad. A la inversa sucede si el sujeto cree en la evolución.
Esto ocurre en aspectos cotidianos como, por ejemplo, la ley antitabaco recientemente promulgada. Los que fuman, examinan con más detenimiento las ideas cuando favorecen su hábito. Los no fumadores hacen lo propio con las ideas que ponen en entredicho el hábito de fumar. Y a la hora de ponerse todo el mundo de acuerdo, como es de esperar, sólo surge una cacofonía de opiniones en la que nadie escucha detenidamente a nadie.
Ziva Kunda llevó a cabo un estudio en el que solicitó a los sujetos (la mitad hombres, la mitad mujeres) que leyeran un artículo donde se afirmaba que la cafeína implicaba riesgos para las mujeres.
El resultado fue el esperado: las mujeres que consumían regularmente mucha cafeína tenían mayor probabilidad de cuestionar aquel artículo que las mujeres que consumían poca cafeína. Y los hombres, como el tema no les afectaba directamente, no dieron muestras de este “razonamiento motivado”.
Para los fumadores que defiende encarnizadamente su derecho a fumar en lugares públicos (es decir, para las personas que tienen tendencia al razonamiento motivado en este particular) está dirigido este apunte del psicólogo Gary Marcus, pues en el tema del tabaco se produjo uno de los primeros trabajos de campo sobre el razonamiento motivado, en 1964, poco después de publicarse el primer informe de la Dirección General de Salud Pública sobre el tabaco y el cáncer de pulmón:
La conclusión a la que llegó la Dirección General de Salud Pública (al parecer, el tabaco provoca cáncer de pulmón) hoy en día no sería ninguna novedad, pero en su momento tuvo una trascendencia y repercusión enormes en los medios de comunicación. Dos científicos emprendedores salieron a la calle y entrevistaron a cierto número de personas, a quienes les pedían que evaluaran la conclusión de la Dirección General de Salud Pública. Como no podía ser de otro modo, los fumadores se mostraron menos convencidos ante el informe que los no fumadores, quienes aceptaron en gran medida la declaración de la Dirección General de Salud Pública.
Los argumentos que esgrimieron los fumadores, por otra parte los argumentos que suelen esgrimir casi todas las personas cuando tratan de defender desesperadamente una convicción, os los presentaré en la siguiente entrega de este artículo.
Vía | Kluge de Gary Marcus