A quienes les gusta conducirse por una suerte de escepticismo pirrónico (yo suelo decantarme por una mezcla de la subdivisión de los zeéticos y aporéticos) nada parece conturbarles, pero todos, en mayor o menor medida, nos podemos ver sacudidos por una revelación que, si bien sabíamos instintivamente que era cierta, no la veíamos venir.
Cuando la verdad les explota en la cara, esa epifanía que puede cambiar nuestra forma de ver el mundo, entonces tiene lugar lo que el psicólogo Roy Baumeister denomina "cristalización del descontento".
Epifanías
Estas súbitas revelaciones no tienen que ser necesariamente transcendentales, del tipo "éste es el sentido de la vida", sino que pueden ser mucho más pedestres pero igualmente profundas: "mi marido me está maltratando" o "estoy metido en una secta".
Estas epifanías surgen principalmente porque hay un incidente concreto que permite ver la pauta general, y cristaliza la sensación de algo no encajaba. Básicamente es despertar y contemplar el bosque, ese bosque que anteriormente había sido eclipsado por las ramas de los árboles. Abunda en ello Chip Heath en su libro Momentos mágicos:
Baumeister afirma que dichas situaciones a menudo se caracterizan por una "cristalización del descontento", un momento dramático en el que un conjunto de reservas y quejas aisladas se conectan en un patrón global.
En el año 2014, Research in Personality publicó un estudio en el que el 97% manifestó su intención de modificar algún rasgo de su personalidad: ser más consciente, extrovertido, emocionalmente estable o abierto a nuevas experiencias. Para Baumeister esto es un ejemplo de “cristalización del descontento”: una vez que la persona reconoce los patrones de deficiencias en su vida, puede reorganizar sus valores básicos y prioridades para mejorar, siempre que experimente una súbita epifanía, de que algo no encaja, de que todo estaba ahí pero la pereza o la inercia no permitía verlo con claridad.
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