Cada vez más, los tribunales de justicia deberían recurrir a una fuente de información contrastada y eminentemente más objetiva a fin de respaldar sus afirmaciones. Y esa fuente ya no debería ser exclusivamente el Derecho Romano o la Filosofía, sino también la neurociencia o las estadísticas.
Por ejemplo, muchos sostienen que las cárceles son una forma eficaz de evitar crímenes. Sin embargo, no parece que haya correlación entre los países con más población reclusa y su reducción de crímenes en las calles.
Estados Unidos
Según el International Centre for Prision Studies, la población carcelaria de Estados Unidos ascendía a 2.217.947 a julio de 2016. China ocupaba el segundo lugar, con 1.649.804 reclusos, si bien su población total es mucho mayor.
Estados Unidos tenía 693 internos por cada 100.000 personas, solo por detrás de las Seychelles, donde 799 personas de cada 100.000 estaban entre rejas.
A pesar de ser una nación equivalente a Europa en muchos sentidos, sus índices de homicidios son mucho más elevados, sobre todo en algunos de sus estados. Algunos de esos estados, de hecho, se emparentan más con Albania y Uruguay que con democracias occidentales muy asentadas como Gran Bretaña, Holanda o Alemania.
Hay más de 60 herramientas de evaluación de riesgos en Estados Unidos, pero la mayoría son simples cuestionarios, normalmente rellenados por un miembro del personal de la cárcel, el responsable de la libertad condicional o un psicólogo, que asignan puntos a los delincuentes ateniéndose a unos pocos factores, desde demográficos a antecedentes familiares en el historial criminal.
En las décadas de los 70 y los 80 se expandió el concepto nothing works (nada funciona) respecto a los programas de reinserción. Sin embargo, en los últimos años se ha visto que hay muchos que sí funcionan. El problema es que no se llevan a cabo porque requiere demasiados recursos.
En el otro extremo de la balanza están países como Holanda. Allí se alquilan sus cárceles a otros países ante la escasez de reclusos. En Suecia cierran cárceles porque no hay suficientes delincuentes para llenarlas.
De momento, en general, no hemos desarrollado métodos eficaces para reinsertar a las personas en las cárceles, ni tampoco parece que un mayor número de presos desincentive el crimen. Parece más importante prevenir, crear un estado de bienestar donde la gente no tenga necesidad de recurrir al crimen.
Como eso resulta todavía muy difícil de implementar y no hay voluntad política en hacerlo, todavía recurrimos a los barrotes, e incluso hay cárceles en los lugares más pequeños y remotos. Como es el caso de la cárcel más pequeña del mundo: en la isla de Sark, la más pequeña de las cuatro islas británicas del Canal de la Mancha, viven 600 personas y disponen de una cárcel con capacidad para dos internos.
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