Los jueces, si bien están adiestrados específicamente para ser justos y ecuánimes, son seres humanos y, en consecuencia, también cometen errores. Al parecer, los errores se producen más a unas horas que a otras, hasta el punto de que podríamos afirmar que si se acerca una vista sobre libertad condicional, lo mejor es que nos juzgue a primera hora de la mañana o inmediatamente después de almorzar.
Al menos es lo que sugiere un estudio de Shai Danziger (de la Universidad de Tel Aviv), Jonathan Levav (de la Universidad de Stanford) y Liora Avnaim-Pesso (de la Universidad Ben-Gurion del Negev), que concluye que los jueces que son miembros de juntas de libertad condicional conceden dicha libertad con más frecuencia cuando están más descansados.
Para ello, los investigadores estudiaron numerosas resoluciones sobre libertad condicional en Israel. Tal y como señala Dan Ariely en su libro ¿Por qué mentimos?:
La decisión por defecto es no conceder la libertad condicional. Pero parece que cuando los jueces se sentían rejuvenecidos, es decir, a primera hora de la mañana o tras haber comido y descansado, mostraban una creciente capacidad para anular su decisión estándar, tomar una decisión más laboriosa y conceder la libertad condicional más a menudo. Sin embargo, al cabo de muchas decisiones difíciles durante el día, a medida que aumentaba su carga cognitiva, iban optando por la decisión más simple, por defecto, de no concederla.