Actualmente muchos padres andan un poco obsesionados con enriquecer la vida intelectual del niño, cuanto antes mejor, a fin de que el niño se convierta en un adulto más inteligente. Poniendo música de Mozart cuando todavía está en el útero, por ejemplo.
O quizá intentado que el niño empiece a leer cuanto antes mejor.
Pero los niños son como la vitamina C. Una vez que tomas la dosis mínima necesaria de vitamina C, tomar más no redunda en una salud mejor. De igual modo, una vez que el niño se cría en un ambiente de riqueza sensorial normal (es decir, que no permanece, por ejemplo, encerrado en un armario durante años), los niños crecen más o menos siguiendo patrones genéticos, no ambientales.
Echar manos de los programas de prelectura para que el niño obtenga una ventaja intelectual a posteriori, pues, es una pérdida de tiempo. Y existen razones neurológicas que lo confirman.
El acto de leer depende de la capacidad de nuestro cerebro para relacionar e integrar diversas fuentes de información. En concreto, el área visual con las áreas auditiva, lingüística y conceptual. Esta integración depende de la maduración independiente de cada zona y de la velocidad a la que esas zonas pueden ser conectadas e integradas.
El mejor material conductor de la naturaleza, la mielina, forma una capa de envuelve los axones. Cuanta más mielina reviste el axón, con más rapidez puede la neurona conducir su carga. El aumento de mielina sigue un calendario de crecimiento que difiere de una región a otra del cerebro (por ejemplo, los nervios auditivos se mielinizan en el sexto mes de embarazo; los nervios ópticos, en el sexto después del parto).
En la mayoría de casos, las regiones que necesitan están mielinizadas para leer no lo están lo suficiente hasta los 5 años de edad, o incluso después.
En un estudio realizado por la especialista en lectura Usha Goswami y su equipo, se descubrió que los niños europeos que aprendían a leer a los 5 años lo hacían peor que aquellos que empezaban a leer a los siete. De modo que, si nos esforzamos para que un niño aprenda a leer demasiado precozmente, ello puede ser contraproducente para su aprendizaje.
Por supuesto, existen excepciones de niños que empiezan a leer antes. La escritora Penélope Fitzgerald lo hico a los 4 años. Pero en general, lo más apropiado para el desarrollo óptimo de los niños es que dejemos que sean niños.
Vía | Cómo aprendemos a leer de Maryanne Wolf