Todos alucinamos con esos paneles transparentes de visualización de datos que aparecen en las naves espaciales de las películas. Un concepto que se ha ido trasladando al mundo real, en primer lugar en aviones y vehículos espaciales.
Sin embargo, estos sistemas de visualización llamados heads up (cabeza arriba), donde las lecturas de los instrumentos se proyectan sobre la pantalla frontal o la cubierta transparente de la cabina, en vez de verse en su posición convencional en los cuadros de mandos, no son tan buena idea como parece.
El problema de la atención
Nuestra intución nos puede decir que mirar al frente los datos de los instrumentos nos ahorra el tener que mirar hacia abajo y, por tanto, apartar la vista de lo que ocurre delante de nosotros, en el exterior. Sin embargo, los límites de la atención humana son mucho más coercitivos de lo que creemos.
Cuando esta información se limita a proporcionar la velocidad y poco más, funciona bien, pero si se llena de información (aunque no sea muy exagerado), entonces la atención del piloto se satura. Tal y como explica Dean Burnett en su libro El cerebro idiota:
Los pilotos tienen ante sí un sistema de visualización transparente, pero no están mirando más allá de él, en realidad. Se sabe de casos en los que han terminado aterrizando su avión sobre otro por culpa de ese efecto (en ejercicios de simulación, por fortuna nuestra). Y la propia NASA ha dedicado mucho tiempo a estudiar las mejores soluciones posibles para hacer viables esos sistemas de heads up, con un coste de cientos de millones de dólares.
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