El problema era que los pilotos volaban de noche, cuando la percepción de profundidad está alterada. El LANTIRN veía en la oscuridad, pero la cámara sólo funcionaba cuando estaba enfocada al lugar correcto, y la situación de este lugar no estaba clara. (…) y la pantallita cuadrada que el piloto usaba para rastrear el inmenso desierto sólo medía unos 15 centímetro de lado.
Desde aquella altitud, los pilotos sólo veían un camión grande que tenía ruedas. Pero poco más. Incluso el aspecto de estas lanzaderas eran conjeturas basadas en fotos de los servicios de inteligencia. Así que nunca destruyeron lanzaderas porque los iraquíes usaban señuelos: camiones viejos y repuestos de misiles.
Los pilotos también destruyeron algunos camiones petroleros que transportaban este hidrocarburo por la carretera de Jordania.
Volando a seis mil metros de altura a 640 kilómetros por hora con una pantalla de diez centímetro de lado, casi cualquier objeto grande, brillante y cilíndrico puede parecerse mucho a un misil.
¿Qué conclusión podemos sacar de esta anécdota? Pues que construir una cámara de alta tecnología capaz de tomar imágenes en mitad de la noche es efectivo si la cámara enfoca el lugar adecuado, e incluso así las imágenes no son inequívocas.
Es preciso interpretarlas; y la tarea humana de interpretarlas es a menudo un óbice más grande que la tarea técnica de tomar imágenes.
Las imágenes, pues, a menudo confunden, más que clarifican:
La película de Zapruder intensificó más que disipó la polémica que rodeó al asesinato de John F. Kennedy. El vídeo de la paliza infligida a Rodney King provocó graves disturbios de protesta contra la brutalidad policial; pero también sirvió como base para la decisión de un jurado de absolver a los agentes acusados de agresión.
Vía | Lo que vio el perro de Malcolm Gladwell