La mayoría de las veces nos gustan las personas cooperadoras y las generosas, es decir, las buenas personas. Nos gusta cuando los malos reciben su merecido y cuando los que no cooperan son castigados.
Pero, algunas veces, los cooperadores son los que reciben el castigo, sobre todo en ámbitos competitivos como el entorno laboral. Este patrón se ha encontrado en todas las culturas que se han examinado.
Buena gente
Algunas personas odian a las buenas personas, especialmente si creen que los buenos les hacen verse mal, por contraste, en el lugar de trabajo, la sala de juntas u otra organización.
Ser suspicaz, tener celos o mostrarse hostil hacia aquellos que parecen mejores, más bondadosos o más buenas personas que nosotros, parece ser una emoción muy profunda en el ser humano. La evidencia antropológica de sociedades igualitarias de cazadores-recolectores sugiere que un fenómeno social similar impidió que excelentes cazadores dominaran el grupo.
Un ejemplo paradigmático que señalan los autores de este estudio es el ataque a las personas que son más ecológicamente sostenibles. Las personas que no hacen nada por el medio ambiente corren el riesgo de dañar su reputación, y en su lugar, en algunos casos, pueden optar por atacar los motivos de los ecologistas.
Según explica el profesor de psicología Pat Barclay, autor principal de este estudio de la Universidad de Guelph:
Un posible beneficio de esta investigación es que, al identificar y crear conciencia sobre esta estrategia social competitiva y lo que provoca, tal vez sea menos probable que funcione.
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