Cuando estamos muy concentrados, usando mucha energía cognitiva, las pupilas de nuestros ojos lo revelan. No es que nos podamos asomar a tales pupilas, como si fuera ojos de buey, a fin de contemplar el traqueteo de la mente. Lo que ocurre es que las pupilas se dilatan.
Una prueba de ello la ofreció el psicólogo Eckhard Hess en un artículo que publicó en Scientific American. Lo que descubrió es que las pupilas de las personas se dilatan particularmente si están multiplicando números de dos dígitos. Y cuando más difícil sea la operación, más se dilataba la pupila.
Las pupilas no vuelven a su tamaño normal (o sea, el que tenían antes de comenzar el experimento) hasta que la persona ha dado una respuesta verbal al problema. Si se le pide que espere para dar la respuesta, el tamaño de la pupila vuelve a aumentar.
Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía, y su ayudante Jackson Beatty, replicaron el estudio solicitando a un grupo de voluntarios que apoyaran su cabeza en un soporte que les obligaba a mirar de frente, y que fijaran la vista en una cámara mientras escuchaban información grabada y respondían a preguntas. Tal y como lo explica el propio Kahneman en su libro Pensar rápido, pensar despacio:
Pronto descubrimos que el tamaño de las pupilas variaba segundo a segunda, reflejando las demandas cambiantes de la tarea. (…) Mientras hacía una multiplicación mental, la pupila normalmente se dilataba hasta alcanzar gran tamaño en pocos segundos, y así permanecía mientras el individuo se afanaba en el problema; e inmediatamente se contraía cuando encontraba una solución o desistía.
Tras publicar aquellos estudios, Betty llegó a destacar como experto en “pupilometría cognitiva” y Kahneman publicó el libro Atención y esfuerzo.
Ver todos los comentarios en https://www.xatakaciencia.com
VER 0 Comentario