Según el antropólogo Dimitris Xygalatas, que llevó a cabo estudios de dos rituales celebrandos durante el festival hindú de Thaipusam, en isla Mauricio, el dolor sería una suerte de tecnología social para mentener unidos a los grupos.
El dolor, también, nos hace así más generosos y prosociales.
Rituales del suplicio
El ritual más moderado consistía en que los devotos rezaran y salmodiaran durante varias horas en el interior y exterior de un templo hindú. El ritual más severo consistía en participar en una perforación del cuerpo con multitud de agujas y pinchos, sostener pesadas estructuras de bambú y arrastrar carros sujetados con ganchos en la piel durante más de cuatro horas antes de subir descalzos hasta el templo Murugan.
Xygalatas y su equipo de investigadores, tras entregar 200 rupias a los devotos para que los donaran discrecionalmente (y anónimamente) al templo, descubrió que quienes habían participado en el primer ritual donaban una media de 81 rupias, pero quieens habían participado en el segundo, mucho más doloroso y sacrificado, donaban una media de 133.
Lo más interesante es que los devotos que solo habían contemplado el ritual más doloroso, sin participar, incluso fueron más generosos, donando una media de 161 rupias.
Chip Heath y Dan Heath comentan así estos resultados en su libro Momentos mágicos:
Los investigadores concluyeron que el dolor percibido fomenta el comportamiento "prosocial", o comportamiento voluntario para beneficar a otros. Sostenían que los rituales extremos, en particular la experiencia compartida del dolor, pueden entenderse como "tecnología social para unir grupos".
Las religiones, por supuesto, también se aprovechan de estas dinámicas sociales: los ritos de paso a las religiones son tan variados y estrambóticos que solo pueden nacer como forma de distinguir a los acólitos de un credo de los acólitos de otro credo: tatuajes, restricciones de la dieta y el sexo, prepucios cortados.
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