Hasta 1994 no se contaba con ningún estudio de la conducta sexual y otros rasgos de la personas que interaccionan en grandes grupos a fin de estudiar fenómenos como la violencia juvenil, el éxito ocupacional, etc.
Entonces llegaron unos investigadores de Carolina del Norte, entre quienes se encontraban los sociólogos Peter Bearman, Richard Urdí, Barbara Entwisle y Kathleen Harris y pusieron en marcha el Add Health Study (Estudio de la Salud de los Adolescentes).
Una monstruosa investigación (que todavía no ha concluido) en la que colaboran nada menos que 90.118 alumnos de 145 institutos repartidos por el conjunto de Estados Unidos.
Algunos datos extraídos de los primeros años de esta grandiosa investigación ya están saliendo a la luz. Como por ejemplo el seguimiento que se realizó a unos 27.000 alumnos y sus padres durante 1994, 1995 y 2001. El seguimiento incluía una inmensa batería de preguntas que abordaba toda clase de temas: desde los sentimientos hacia los amigos y la familia hasta la participación en asociaciones estudiantiles y religiosas o conductas de riesgo como el consumo de drogas o las relaciones sexuales sin preservativo.
También se les pidió que nombraran a 10 amigos (5 varones y 5 hembras). Y se reunió también información de la pareja romántica de los sujetos de estudio.
Imaginaos la avalancha de datos que empezaron a relacionarse de manera exhaustiva y masiva, como si se dibujara una telaraña social en la que se pudiera desentrañar los vínculos entre las personas y cómo unas afectaban a las otras y viceversa.
Algunos de los datos fueron muy reveladores. Por ejemplo, los vínculos entre los padres y sus hijos adolescentes resultaron críticos en la transmisión de normas y en la orientación de las conductas. Nada nuevo bajo el sol: los hijos no intentan prosperar en el nicho social adolescente al que pertenecen y los padres no tienen nada que aportar ahí.
Por esa razón, el número de amigos, la edad y el género de esos amigos y sus resultados académicos modifican la fecha de iniciación en la actividad sexual, y no la educación de los padres.
También se descubrió una curiosa correlación. Las chicas que mantenían una relación estrecha con sus padres son, en general, menos activas sexualmente.
La religiosidad de los amigos también influye en que los adolescentes declaren si ya han tenido relaciones sexuales o no, y la influencia es todavía mayor en redes sociales densas, donde los amigos de cada uno de los adolescentes también son amigos entre sí.
En definitiva, los datos que arroja el Add Health Study es que la conducta sexual se puede contagiar entre las personas, y que el impacto es más profundo cuando más estrechas sean las conexiones entre las personas interconectadas.
Pero hay veces que la historia es más complicada. (…) investigaron las “promesas de virginidad”, fenómeno que fue creciendo a raíz de un movimiento social impulsado por la Iglesia Baptista del Sur que defiende que los adolescentes deberían abstenerse de practicar el sexo hasta determinado momento, es decir y preferiblemente, hasta el matrimonio.
Esta promesa, en efecto, reducía de forma sustancial las probabilidades de tener la primera relación sexual en la adolescencia. Pero con un matiz sorprendente. En los colegios cerrados donde se promovía esta ideología, es decir, colegios en los que los alumnos no solían tener relaciones románticas y de amistad con gente de fuera del colegio, el inicio de la relación sexual apenas se retrasaba.
Donde sí lo hacía verdaderamente era en los colegios abiertos, es decir, donde los alumnos se relacionaban con gente de afuera. O sea, que la gente de afuera no influía negativamente en su promesa sino que la reforzaba, le daba sentido.
O dicho con otras palabras: cuando uno está en minoría, adherirse a esa promesa puede tener efectos psicológicos beneficiosos de identidad singular. Pero si todos cumplen la norma, entonces los alumnos se rebelan para obtener cierta identidad singular que les favorezca socialmente, aumentando su estatus.
Es decir, en un colegio donde todo el mundo montara en moto oscura y vistiera chaqueta de cuero, mostrando una identidad muy definida, no tiene mucho sentido seguir esa tendencia: vas en moto como todos quizá para ahorrar gasolina. Tener moto con tibias cruzadas dibujadas y vestir como un Ángel del Infierno aporta beneficios de identidad singular si en el colegio al que acudes la mayoría van en bicicleta.
Más información | Add Health