Según el psicólogo Nigel Barber, el ateísmo está creciendo a tal velocidad que superará al número de religiosos antes del año 2038.
Sobre todo esto ocurrirá en los países más ricos, prósperos y con mayores valores morales y sociales (que suelen ser los más ateos ahora mismo) y menos en los países pobres o con altos índices de criminalidad (los más religiosos).
¿El fin de la religión? No tan deprisa
En algunos ámbitos, el ateísmo ya se impone a la religión, como entre los grupos más destacados de científicos. Entre los miembros de la Academia Nacional de Ciencias, por ejemplo, la creencia en Dios se desploma a un 7 %.
Pero ¿y la sociedad en general?
Las estadísticas sugieren que las personas que se vuelven más capaces de cuidarse a sí mismas a través de medios financieros y recursos externos y viven en sociedades más prósperas y seguras, se preocupan menos por morir y no necesitan creer tanto en un poder superior como lo harían.
Incluso tratan de crear su propio cielo en el mundo real, sin esperar una recompensa ultraterrena, lo que también provoca que las personas sean moralmente más rectas (pues no lo son por miedo al castigo divino ni se aprovechan de las estrategias diversas del perdón para pecar y luego arrepentirse como si no hubiera pasado nada, sino que son moralmente rectas por convivencia, porque somos animales sociales, y tendemos a cooperar si las condiciones son favorables).
Hay que subrayar, sin embargo, dos puntos. El primero es que resulta irrelevante si Dios existe o no para contemplar este cambio social. El segundo es que no parece que las cosas vayan a cambiar demasiado si somos más ateos que religiosos.
Cambiarán, sin duda, en aspectos legales y morales, pero continuaremos inclinándonos a creer en otras cosas no probadas. Al fin y al cabo, en nuestro cerebro anidan mecanismos psicológicos que se activan en muchos ámbitos no necesariamente religiosos: la política, el nacionalismo, el fútbol, las pseudociencias...
Un mundo sin religión
Con todo, si en el mundo hay más ateos que creyentes (entendiendo el ateísmo como "dios no entra en mi esquema mental para explicar lo que ignoro"), podríamos observar sociedades cualitativamente distintas (aunque a menudo confundamos la causa y el efecto).
La investigación ha demostrado que los países con creencias religiosas divididas, como Canadá y Francia, tienen altas calificaciones en moralidad, confianza social, igualdad económica y tienen índices de criminalidad más bajos que los países con un mayor número de creyentes religiosos. Solo por esos cambios, abrazar el ateísmo ya parece algo bueno, como explica Phil Zuckerman en su libro Society without God.
Sin embargo, aún habrá que combatir a las personas, que por ejemplo, han dejado de vacunar a sus hijos debido a sus creencias irracionales y alejadas de la evidencia científica, que ha propiciado que Portugal pierda la inmunidad de grupo frente al sarampión.
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