En la cultura samurái se daba mucha importancia a la calma y la serenidad. Mostrar emociones o dejarse llevar por los sentimientos o el estado de ánimo estaba mal visto. Y a raíz de ello, hoy en día viajar a Japón requiere un adiestramiento previo para no perdernos en sus coordenadas culturales, como saber incluso la forma en la que tenemos que sentarnos en un inodoro, según una serie de guías de comportamiento publicadas recientemente.
Los japoneses son personas tímidas y retraídas, pero no son los únicos. Son muchos los occidentales que también se conducen por el mundo con arreglo a esta forma de ser: una predisposición a la timidez que podría afectar al 6% de la población mundial. Investigadores de la Universidad Stony Brook de Nueva York, de la Universidad del Sudeste y de la Academia China de Ciencias, de hecho, sugieren que los tímidos perciben el mundo de una manera diferente y muestran una actividad cerebral más intensa ante ciertos estímulos.
Los resultados del estudio, aunque tienen un tamaño muestral pequeño (apenas 16 personas) fueron publicados en la revista Social Cognitive and Affective Neuroscience. A los sujetos se les pidió que examinaran una serie de imágenes mientras se les sometía a resonancia magnética funcional. Los investigadores concluyeron que los tímidos "mostraron una actividad elevada en las áreas cerebrales que se ocupan de asociar percepciones visuales y sensoriales (...) su cerebro no sólo se ocupó de la percepción visual, sino que se activó para una elaboración más profunda de la información".
En el estudio también se sugiere que estos sujetos tímidos requieren de más tiempo para observar y reflexionar antes de actuar y que, generalmente, les molestan el ruido y las multitudes más que a la media.
Imagen | Moyan_Brenn
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