En general, extraemos de nuestra memoria lo que necesitamos empleando diversas pistas. Por ello, nos viene más fácilmente a la memoria lo que depende del contexto. Por ejemplo, es más probable que recordemos lo que sabemos sobre ordenadores si estamos frente a un ordenador o en una tienda de ordenadores.
Si estamos en la cocina, también es más probable que recordemos lo que sabemos sobre gastronomía.
Y es que el contexto es uno de los más poderosos indicadores que inciden en nuestra memoria, y no sólo en nosotros, sino también en simios, monos, ratas, ratones, arañas y caracoles, entre otros.
Los científicos descubrieron los primeros indicios del poder de los indicadores contextuales alrededor de 1917, cuando Harvey Carr, discípulo del psicólogo conductista John Watson, llevó a cabo un estudio rutinario que consistía en el adiestramiento de ratas para recorrer un laberinto.
Durante el proceso, Carr descubrió que las ratas eran muy sensibles a factores que nada tenían que ver con el propio laberinto. Por ejemplo, una rata que había sido adiestrada en una sala con luz eléctrica, luego, cuando realizaba la prueba, recorría el laberinto mucho mejor en una sala iluminada de esta manera que en otra con luz natural. El contexto en el que la rata desarrollaba la prueba (es decir, el entorno al que se había acostumbrado) afectaba a su memoria a la hora de ir por el laberinto, pese a que la iluminación no estaba relacionada con la tarea.
Desde entonces se conoce que casi toda criatura biológica usa el contexto para acceder a su memoria, con todo lo bueno y lo malo que implica eso. ¿No se os ocurre nada malo? El principal escollo de este tipo de memoria es su fiabilidad:
La razón por la que no recuerdo qué desayuné ayer es que el desayuno de ayer se confunde fácilmente con el de anteayer, y éste con el de hace tres días.
También es el motivo por el cual todos los pilotos de avión del mundo necesita de un lista de verificación: el piloto podría confundir un despegue con el siguiente, y antes o después se olvidaría de algún punto, quizá del tren de aterrizaje.
O tal y como lo expresó irónicamente Merlin Mann, del blog 43 folders, el momento en que solemos darnos cuenta de que necesitamos papel higiénico no suele ser el momento en que estamos en situación de comprarlo.
Vía | Kluge de Gary Marcus