La literatura ha sido fuente inagotable a la hora de bautizar trastornos médicos, como el efecto Pinocho, el síndrome de Rapunzel, o el de Cenicienta, el de Münchhausen y un largo etcétera. Incluso Romeo y Julieta sirven para describir un tipo de relación que resulta particularmente atractiva para muchos: la prohibida. Es lo que se denomina “efecto Romeo y Julieta”.
El psicólogo de Harvard Daniel Wegner ha señalado que el secretismo en las relaciones románticas o sexuales funciona como un afrodisíaco, ya sea porque los amantes están siendo infieles, o por prohibición paterna expresa.
Para llegar a tal conclusión, su estudio consistía en sentar a parejas de desconocidos en mesas llenas de gente. Unos rozaban sus tobillos sin que nadie se diera cuenta, y otros lo hacían abiertamente o no lo hacían en absoluto. Los primeros terminaban por sentir una atracción mutua mayor.
Tal y como añade Alex Stone en su libro Engañar a Houdini:
Esta naturaleza magnética del secretismo se ha llegado a argüir como posible explicación de los niveles de infidelidad asombrosamente altos entre las parejas casadas. ¿Por qué la infidelidad incide sobre más de un tercio de los matrimonios? Quizá la naturaleza encubierta de una aventura extramatrimonial (la intriga y las maquinaciones) aumente el deseo artificialmente, prolongando un devaneo que a plena luz el día terminaría por marchitarse. Y el secretismo también tiene secuelas. Las personas muestran una tendencia mayor a recordar una antigua aventura si, en su momento, esta fue secreta.
Dicho lo cual, los defensores del matrimonio tradicional por su función reproductora tienen un argumento extra: empuja a la infidelidad. Que también es una forma de reproducirse.
Foto | Infiel, de Adrian Lyne
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