Chris Korda, hijo de Michael Korda, editor jefe de Simon & Schuster y nieto de uno de los artífices de la industria cinematográfica británica, es el fundador y líder de la Iglesia de la Eutanasia.
Una secta, performance o exabrupto dadaísta, quién lo sabe ya, que se basa en un único mandamiento: No procrearás. Y que se asienta, a su vez, en cuatro pilares ideológicos fundamentales: suicidio, aborto, canibalismo y sodomía.
Como anuncian en su propio sitio en Internet, son “una organización educativa sin ánimo de lucro dedicada a restaurar el equilibrio entre los humanos y el resto de las especies a través de la reducción voluntaria de la población”. Una suerte de Herodes para todas las edades, traumatizado por las teorías malthusianas.
El caso de Korda viene a colación porque los suicidas también se organizan en clubes para suicidarse, sobre todo gracias a Internet. Clubes para suicidas que atraen a suicidas pero que también generan más suicidas por efecto contagio.
Un estudio realizado por Add Health a 13.455 adolescentes confirmó que tener un amigo suicida incrementaba la posibilidad de tener ideas suicidas. Si el amigo de un chico se había suicidado el año anterior, ese chico tenía el triple de probabilidades de tener ideas suicidas y casi el doble de posibilidades de intentar suicidarse que los demás.
Para comparar cómo los suicidios de la ficción influía en los suicidios de la gente joven, se hizo una comparación entre las películas que aparecía un suicidio y el inesperado brote de suicidios entre jóvenes que hubo entre 1950 y 1990 en EEUU, cuando el índice de suicidios entre jóvenes de entre 15 y 24 años pasó de 4,5 a 13,5 por cada 100.000.
Pues bien, tras consultar la base de datos de películas Internet Movie Data Base, se descubrió que el porcentaje total de películas en la que aparecía un suicidio se elevó del 1 % en la década de 1950 al 8 % en la de 1990.
¿Hay alguna conexión casual? Es difícil de saber: quizá las películas se limiten a reflejar la realidad: como hay más suicidas, también hay más películas en las que aparecen suicidios. Pero lo que cada vez queda más constatado es que hay un contagio real tanto de emociones positivas como negativas, y también de otros factores que van desde la obesidad hasta la idea de suicidarse en las redes sociales que establecemos con los demás.
Vía | Conectados de Nicholas A. Christiakis y James H. Fowler