Hay películas que ha profundizado en cómo los recuerdos, en suma, configuran lo que somos, como Total Recall o Memento, así que imaginaos cómo sería la vida para alguien que fuera incapaz de generar nuevos recuerdos.
Es el caso de un hombre conocido por las siglas H. M., que, a causa de los ataques de epilepsia particularmente fuertes e intensos que sufría, fue intervenido a finales de verano de 1953 en un quirófano del Hartford Hospital, Connecticut, por un neurocirujano llamado William B. Scoville.
La operación consistió en succionarle a H. M. un buen puñado de materia de su cerebro, en concreto: la mayor parte del hipocampo, el giro parahipocámpico, el córtex entorhinal y perirhinal y la amígdala.
H. M. fue curado de su epilepsia, pero el tributo que debió pagar por ello consistió en convertirse en Dori, el pez incapaz de acordarse de nada en Buscando a Nemo. La condición general de Henry Molaison ha sido descrita como una amnesia anterógrada severa concurrente a una amnesia retrógrada graduada temporalmente.
Por contrapartida, su caso sirvió para llevar a cabo amplios estudios en neuropatología, particularmente en la ciencia de la memoria, tal y como explica el filósofo Julian Baggini en su libro La trampa del ego:
Los experimentos dirigidos por Milner mostraban que, aunque H. M. no formara ningún recuerdo nuevo, podía aprender nuevas tareas. Esto mostraba que la memoria episódica (recuerdo de hechos y acontecimientos) funcionaba de manera muy diferente a la memoria de procedimientos (capacidad para recordar cómo se hacen las cosas). También proyectaba luz sobre los diferentes mecanismos del cerebro que subyacen en la memoria a corto y largo plazo, puesto que H. M. podía mantener información durante aproximadamente veinte segundos en la “memoria operativa” o “memoria de trabajo” con bastante normalidad.
Cuando, por ejemplo, veía fotografías de sí mismo con su madre tomadas después de su operación, H. M. reconocía a su madre, pero no a sí mismo. En su cabeza, siempre tenía 27 años.
A pesar de todo ello, H. M. conservaba cierta parte de su identidad, tal y como señala Philip J. Hilts en su libro Memory´s Ghost, tras pasar un largo tiempo con H. M. En parte porque H. M. siempre recordó la mayor parte de su vida anterior a la operación, y en parte porque una persona también es una compilación relativamente estable de disposiciones y rasgos del carácter, independientes de los recuerdos. O tal y como escribió el psicólogo A. R. Luria: “Un hombre no consiste sólo en memoria, tiene sentimientos, voluntad, sensibilidad, sentimientos morales, temas de los que la neuropsicología no puede hablar.
Por esa razón, H. M. era consciente de que había envejecido con los años, aunque no tuviera creencias explícitas de que fuera así.
Por eso, cuando le preguntaban si tenía el pelo canoso, decía que no lo sabía, pero no mostraba ninguna sorpresa cuando se veía en el espejo, lo que indicaba que se había acostumbrado a verse. Cuando se el preguntaba su edad y qué año era, inicialmente respondía siempre “27 años” y “1953”, pero al final ofrecía conjeturas sumamente diferentes.
H. M. murió en diciembre de 2008. H. M. eran las iniciales de Henry Gustav Molaison, ahora que ya no debemos proteger su privacidad. Actualmente, su cerebro se conserva en la Universidad de San Diego, donde fue dividido en secciones histológicas el 4 de diciembre de 2009: se obtuvo 2.401 secciones del cerebro de Molaison, encontrando sólo dos secciones dañadas y 16 secciones potencialmente problemáticas. Actualmente se está desarrollando la segunda fase del proyecto.