Una de las escenas más típicas del cine actual consiste en ralentizar la acción (o el punto de vista subjetivo) del personaje que está sufriendo un accidente, como por ejemplo la salida del coche de la carretera, o la caída desde una ventana, o quizás el disparo o la explosión que está a punto de arrasarlo todo.
Este tempo cinematográfico sirve para enfatizar el momento o para que sencillamente seamos capaces de registrarlo con más detalle. Pero también es una forma de poner en pantalla la idea popular de que estos momentos críticos transcurren más lentamente, como aletargados. Pero ¿cuánto hay de cierto en este mito?
La percepción del tiempo
Nuestra percepción del tiempo es particularmente vulnerable al error y a las frecuentes desconexiones de la realidad. El tiempo nos pasa más lentamente cuando sufrimos dolor, y transcurre mucho más rápidamente cuando lo pasamos bien o estamos distraídos. Incluso el simple hecho de observar el segundero de un reloj hace que el tiempo se espese.
Sin embargo, si la creencia popular de que el tiempo transcurre mucho más lentamente cuando uno está atrapado en un terrible accidente es cierta, entonces ello implicaría que su procesamiento sensorial se acelera durante el incidente.
Para comprobarlo, se llevó a cabo una investigación en el año 2008 por parte de Chess Stetson y sus colegas del Instituto Tecnológico de California. La investigación demostró que el tiempo no pasa más lentamente y que estamos hablando de un mito cultural.
El experimento consistió en colocar a un grupo de participantes en una atracción tipo montaña rusa de Dallas con una caída en picado de 30 metros de altura. Los participantes, que transportaban un contador digital parpadeante, debían identificar el dígito en pantalla a medio descenso.
Esos mismos participantes, en condiciones normales, eran incapaces de identificar un dígito que parpadeara mas rápido de una vez cada 47 milisegundos, y cuando estaban a medio descenso de la montaña rusa, esa capacidad era exactamente la misma. A pesar de que ellos sentían que el tiempo se había ralentizado, su procesamiento sensorial no se había acelerado en absoluto.
Es decir, que el mito es incierto a medias: no pasa el tiempo más lento, sino que la distorsión del tiempo provocada por el miedo es un truco de la memoria que se produce a posteriori.
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