Se podría pensar que tener un poco más de empatía, mayor capacidad para ponernos en la piel del otro, ayudaría a sanar las divisiones en la política, pero en realidad mayor empatía podría empeorar la situación al aumentar la polarización, es decir, el sesgo cognitivo intergrupal.
Es lo que sugiere un nuevo estudio que ha usado una encuesta para sugerir que las personas con una disposición para la "preocupación empática" tienen una opinión más favorable de su partido político preferido y una opinión más desfavorable del partido contrario.
Polarización
En las últimas dos décadas, ha habido un marcado aumento en la polarización social partidista. La psicología de las relaciones intergrupales identifica la empatía como uno de los mecanismos clave para reducir el conflicto intergrupal, y algunos han sugerido que la falta de empatía ha contribuido a la polarización partidista. Sin embargo, la empatía no siempre cumple con esta promesa.
Por ejemplo, Elizabeth Simas, de la Universidad de Houston, Texas, y sus colegas encuestaron a 1000 personas en los Estados Unidos. El equipo de investigadores descubrió entonces que aquellos con una disposición para la "preocupación empática", uno de varios rasgos que conforman la empatía general, parecen estar más polarizados políticamente. Tienen una opinión más favorable de su propio partido preferido, ya sea republicano o demócrata. En ese sentido, la empatía funciona muy bien. Sin embargo, muestran más dificultades para empatizar con el partido contrario a sus ideas.
El estudio también muestra otra cosa: las personas propensas a la empatía son propensas al schadenfreude (palabra del alemán que designa el sentimiento de alegría o satisfacción generado por el sufrimiento, infelicidad o humillación de otro). Es decir, el empático puede disfrutar con el dolor de quien considera de otro grupo enemigo.
Como señalan los autores, sus hallazgos son, en muchos sentidos, consistentes con las conclusiones alcanzadas por otros académicos en los últimos años, si bien estos efectos de la empatía no son de conocimiento público general. Las evidencias, sin embargo, son cada vez más sólidas: los forofos del fútbol muestran más preocupación por el dolor que sienten los forofos de su equipo favorito que por el dolor que sienten los forodos de un equipo rival.
Así, por ejemplo, si estamso en contra de Trump y disponemos de mucha empatía, conectaremos más fácilmente con otras personas que detestan a Trump. Eestos lazos compartidos y fortalecidos pueden ayudar a mantener o incluso elevar la antipatía hacia los partidarios de Trump. Y esta antipatía puede fortalecer los lazos entre los partidarios de Trump, lo que ayuda a mantener o incluso elevar su antipatía hacia... y así sucesivamente.
El vínculo entre la amistad dentro del grupo y la enemistad entre grupos funciona en ambas direcciones. Así como el primero puede elevar al segundo, el segundo puede elevar al primero. Es decir, el efecto se retroalimenta.
Dichos ciclos de retroalimentación son una razón por la cual la polarización política, una vez se pone en marcha, puede ser tan difícil de detener, y mucho menos de revertir.
¿Cómo podemos combatir esta tendencia? Resulta difícil, pero podría ayudar si todos aprendiéramos a ser menos ciegos y obedientes a los diversos sentimientos que alumbramos, incluidos los hermosos y afiliativos.
En el libro Against Empathy, el psicólogo de Yale Paul Bloom, después de documentar varias formas en que la empatía nos puede conducir por mal camino, recomienda la "compasión racional", un despliegue reflexivo y ponderado de sentimientos afiliativos guiados por un escepticismo bien informado sobre patrones de despliegue más instintivos. Suena casi imposible vivir así: pero es mejor haber diagnosticado el problema que continuar dando palos de ciego.
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