Una de las razones que aducimos a la hora de dar más credibilidad a una afirmación es identificar a quien la vierte, aunque estemos incurriendo en una falacia de autoridad.
Lo mismo para con los estudios científicos en lo tocante a las afirmaciones que vierte: si contradicen nuestros prejuicios, entonces tendemos a escudriñar más sus errores y mostrarnos más suspicaces con sus conclusiones.
Razonamiento motivado
El llamado "razonamiento motivado” responde a nuestra tendencia a percibir como aliadas a ciertas informaciones o ideas y como enemigas a otras.
Por eso es normal que si un grupo de personas lee un estudio científico (ficticio) que informa de un vínculo entre el consumo de cafeína y el cáncer de mama, las mujeres que beben mucho café tiendan a encontrar más defectos en el estudio que los hombres y las mujeres que consumen menos cafeína.
Del mismo modo, si se pide a un grupo de personas que han recibido una puntuación baja en una prueba de inteligencia, eligirán mayormente la posibilidad de leer artículos que critican la validez de las pruebas de cociente intelectual.
El razonamiento motivado ha adquirido mucha más relevancia en la sociedad desde que existe mucha información, fácil acceso a ella y, sobre todo, redes sociales formadas por personas que nos dan siempre la razón, tal y como señala Jonathan Haidt en La mente de los justos:
Sobre todo ahora que todos tenemos acceso a los motores de búsqueda en nuestros teléfonos móviles, podemos convocar a un equipo de científicos que nos apoyen en casi cualquier conclusión, las veinticuatro horas del día. Lo que sea que quieras creer sobre las causas del calentamiento global o sobre la posibilidad de que un feto sienta dolor; simplemente busca tu crencia en Google. Encontrarás sitios web que toman tu partido y que resumen estudios científicos que te gustarán.
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