Frente a un hecho o actividad cualquiera buscamos cual es la probabilidad de que sobrevivamos o muramos a ella. Por ejemplo, a la hora de decidir si debemos fumar o no (o dejar de fumar), sopesamos los pros y los contras.
Sin embargo, nuestro cerebro no funciona exactamente así. Lo que parece una evaluación regida por la razón, también es un pensamiento que tropieza a menudo en el llamado sesgo de confirmación: es decir, abrazar una creencia y buscar solo la información que la respalde, obviando en lo posible la información que la ponga en duda.
Volviendo al asunto del tabaco, en 1960, cuando la investigación médica sobre los perjuicios del tabaco era mucho menor, había mayor probabilidad de que los fumadores mostraran interés por leer un artículo titulado “Fumar no produce cáncer de pulmón en vez de otro artículo con el título “Fumar produce cáncer de pulmón”. Tal y como lo explican Dan Heath y Chip Heath en su libro Decídete:
Lo investigadores se han encontrado una y otra vez con este resultado. Cuando la gente tiene la posibilidad de recopilar información del mundo, es más probable que seleccione información que apoye sus actitudes, creencias y acciones preexistentes. Los militantes de un partido buscan medios de comunicación que apoyen a su bando, pero raras veces pondrán en tela de juicio sus creencias buscando el punto de vista del otro bando. Los consumidores que codician coches u ordenadores nuevos buscarán razones que justifiquen la compra, pero no serán tan diligentes buscando razones para posponerla.
Imagen | DucDigital
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