La menopausia o el dolor de espalda pueden ser más traumáticos en unos países que otros por razones culturales y no biológicas

Al convivir en una sociedad, tragaremos creencias y modos de pensar que posteriormente obrarán como ingredientes de nuestros sentimientos. El canon para nuestros éxitos y fracasos no sólo lo fijamos nosotros, lo fijan los demás. La ósmosis social debería ser objeto de estudio a fin de combatir una depresión, tanto como lo es una solución química o una sesión de psicoterapia, tal y como refiere A. Kleinan y B. Good en su estudio sobre psiquiatría intercultural Culture and Depression.

El filósofo José Antonio Marina también menciona el trabajo de la antropóloga médica Yewoubdar Beyenne, que adjudica un hecho tan biológico como la menopausia una raíz biocultural, es decir, que también la cultura influirá en cómo las personas viven el proceso menopaúsico.

Procedente de Etiopía, Beyenne se asombró al comprobar cómo se vivía la menopausia en Estados Unidos: ella ignoraba que pudiera ser causa de depresiones y otros trastornos emocionales y físicos. La menstruación, pues, podía ser un hecho más traumático para una estadounidense que para una mujer etíope, sencillamente porque cultura vigente así lo dictaba, una cultura que era propagada por las personas mediante los memes.

Esta idea queda reforzada por las investigaciones sobre el dolor de espalda en Alemania antes de la caída del Muro de Berlín, tal como os referí en el artículo El koro: cuando el pene se hace cada vez más pequeño.

El dolor de espalda entre los alemanes orientales era menos frecuente que entre los occidentales, pero transcurridos diez años desde la reunificación, a los ex alemanes orientales empezó a dolerles tanto la espalda como a sus vecinos. Lo cual también podría despejar el misterio de que las personas que se quejan de dolor de espalda varíe tanto entre países industrializados, tal y como señala Nicholas A. Christakis:

En Estados Unidos, el índice de dolor de espalda entre la población activa es del 10 por ciento, en el Reino Unido, del 36 por ciento, en Alemania, del 62 por ciento, en Dinamarca, del 45 por ciento, en Hong Kong, del 22 por ciento.

Vía | Crónicas de la ultramodernidad de José Antonio Marina / Conectados de Nicholas A. Christakis

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