Al igual que el cerebro de un lector y el cerebro de un analfabeto presenta diferencias anatómicas, lo mismo sucede con el cerebro de un jugador de ajedrez y un no jugador de ajedrez; de hecho, se encuentran diferencias incluso en las regiones que se activan durante una partida de ajedrez entre un gran maestro y un simple aficionado.
Según un estudio publicado en Nature en 2001, llevado a cabo por Ognjen Ádmizic y sus colegas de la Universidad de Costanza (Alemania), los expertos en ajedrez recurren a las cortezas central y parietal del cerebro, donde se considera que se encuentran los recuerdos consolidados, y los aficionados emplean más el lóbulo temporal medio, como si cada posición en la partida fuera un hecho nuevo.
Para llegar a esta conclusión analizaron el cerebro de 20 jugadores mientras disputaban una partida de ajedrez a través de resonancia magnética. La muestra no es muy amplia, pero diversos estudios confirman la idea de que el cerebro de un experto y el cerebro de un aficionado no funcionan igual.
Por ejemplo, en 2011 se publicó otro estudio de la Universidad de Tubinga (Alemania), dirigido por Merim Bilálic, que sugería también que los jugadores expertos emplean el simultáneamente hemisferio izquierdo y el derecho (del que depende el reconocimiento de patrones y la visión espacial).
Tal y como señala Leontxo García en Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas:
En la Universidad de Electrónica y Tecnología de Chengdú (China) han descubierto que los grandes maestros de ajedrez chino (algo distinto del internacional, con un río que atraviesa el tablero por la mitad) son capaces de desactivar casi del todo la parte del cerebro que podríamos denominar “piloto automático” (Default mode network, o DMN; genera pensamientos espontáneos o errantes que no están conectados con una tarea concreta) para concentrar toda su energía en otras partes del cerebro que son las realmente importantes cuando se trata de resolver problemas.
En función de la actividad que practiquemos con frecuencia, pues, determinadas partes del cerebro se usarán más que otras, incluso hasta el punto de que mejorarán su eficacia o incrementarán su tamaño, como sucede con los taxistas de Londres, que deben enfrentarse a un laberinto de calles particularmente más complejo que en otras ciudades del mundo.
Recordar calles, y calcular los itinerarios más eficientes, pues, implica un uso tan intenso del cerebro que, incluso, en ocasiones resulta ineficaz usar el cerebro humano: resulta más inteligente fijarse en las hormigas (virtuales) para resolver el denominado problema del viajante.
Forma física
Al parecer, la práctica frecuente del ajedrez también mejora la conexión entre el sistema nervioso y el muscular, tal y como arroja un estudio de la Universidad de Educación Física de Varsovia publicado en la revista Pediatric Endocrinology tras examinar a 75 ajedrecistas de edades comprendidas entre 8 y 19 años que habían resultado ganadores en Campeonatos del Mundo.
Los científicos llegaron a esa conclusión cruzando dos datos: por un lado, que en los test psicotécnicos, los ajedrecistas infantiles y juveniles muestran un desarrollo intelectual superior al de la media de la población. Y por otro, que sus resultados en las pruebas físicas que miden la rapidez de reflejos y la velocidad de reacción del cuerpo son también superiores a los de la media en personas no ajedrecistas.
Virus
En determinada época del año proliferan más determinados virus que pueden afectar al desarrollo del córtex prefrontal. Es al menos lo que sostienen Gobet y Chassy para explicar la correlación existente entre ajedrecistas de alto nivel del hemisferio norte que nacen al final del invierno o principio de la primavera.
Según disposiciones genéticas, sus efectos pueden bifurcarse en dos direcciones de resultados sumamente distintos: si la actividad frontal está por debajo de la media, habrán tendencia a la esquizofrenia; si está por encima, ese individuo puede tener un talento especial para el ajedrez.
En Xataka Ciencia | Las cifras más alucinantes del ajedrez
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