No estamos diseñados (evolutivamente hablando, se entiende) para ser eremitas, para contemplar la comedia desde una atalaya, para vivir sin relacionarnos con los demás, aislados del mundo (por mucho que en ocasiones nos apetezca hacerlo). Al poco de vivir lejos de los demás, nos sentimos tristes. Cuando más reímos es al estar con los demás, nuestra vida tiene sentido cuando la vemos a través de los ojos de los demás.
Todas estas ideas, que parecen traídas por un adlátere de Pablo Coelho, en realidad tiene efectos perceptibles en nuestro organismo. La soledad, literalmente, origina cambios celulares que desencadenan en enfermedad.
John Cacioppo de la Universidad de Chicago, Steven W. Cole de la Universidad de California en Los Ángeles y John P. Capitanio del Centro de Investigación Nacional de Primates de la Universidad de California han realizado un estudio para evaluar cómo la soledad obra cambios fisiológicos en nuestro organismo, no solo psicológicos. El estudio ha sido publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
Los investigadores examinaron la expresión de genes en los leucocitos, células del sistema inmunológico implicadas en la protección del cuerpo contra los virus y las bacterias. Según sus conclusiones, la soledad afecta a la producción de leucocitos de la sangre, predisponiendo a las personas solitarias tener una respuesta inmune menos eficaz.
Imagen | Ryan Vaarsi
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