¿La televisión nos vuelve más violentos? ¿La televisión crea asesinos, violadores, psicópatas y demás ralea? ¿Debe existir una franja horaria protegida para los menores? La mayoría de la gente está convencida de que así es; por ello películas como Saw VI fue clasificada como cine X y condenadas al ostracismo. En otra película de terror, Scream, uno de los personajes se pronuncia a este respecto: “las películas de terror no crean asesinos, sólo hacen que sean más creativos.”
¿Quién tiene razón? ¿La caja tonta, además de volvernos tontos, también pueden excitar comportamientos violentos? Como vimos en un artículo anterior, la caja tonta no nos vuelve estrictamente tontos. Y respecto a la violencia, la respuesta tampoco es tan fácil. ¿Sí o no? Pues sí, y no, simultáneamente.
Vamos a profundizar en esta respuesta tan ambivalente.
Por un lado, puede afirmarse que los niños que han crecido viendo mucha cantidad de televisión han tendido con más frecuencia a implicarse en delitos al hacerse adultos. Hasta aquí, todos los que consideran que debe protegerse la franja horaria infantil estarán de enhorabuena.
Pero lo más sorprendente es que los niños tienden a implicarse en delitos al volverse adultos… independientemente de los contenidos que vean. Es decir, aunque la mayoría de los programas que consumieran fueran familiares, los resultados serían los mismos.
Para descubrir cómo es esto posible, se empezó a comparar ciudades a las que la tele llegó antes con otras que la recibieron mucho después.
El despliegue inicial de la televisión en Estados Unidos fue aún más irregular. Esto se debió principalmente a una interrupción de cuatro años, entre 1948 y 1952, cuando la Comisión Federal de Comunicaciones declaró una moratoria de nuevos canales para poder configurar el espectro de emisiones. Algunos lugares de Estados Unidos empezaron a recibir señales a mediados de los años cuarenta, mientras que otros no tuvieron televisión hasta una década después.
¿Qué diferencias se descubrieron entre las regiones estadounidenses que tenían televisión de las que no la tenían? Pues que antes de la introducción de la tele, estos dos conjuntos de población tenían tasas de criminalidad violenta parecidas. Pero en 1970, el nivel delincuencia violenta era el doble en las ciudades que recibieron la tele antes.
Para que la comparación resulte más exacta, dado que podrían existir otras diferencias entre las ciudades que recibieron la televisión pronto y tarde, también se compararon niños nacidos en una misma ciudad, por ejemplo en 1950 y en 1955.
Así pues, en una ciudad que tuvo televisión en 1954, comparamos un grupo de edad que no tuvo televisión durante los cuatro primeros años de vida con otro que tuvo televisión todo el tiempo. Debido a la introducción escalonada de la televisión, la fecha de corte entre los grupos de edades que crecieron con y sin televisión en sus primeros años varía según las ciudades.
Resultó que por cada año de más que un niño estuvo expuesto a los tubos catódicos de la tele en sus primeros quince años, como si estos tubos fueran rayos maléficos de una película de serie B, se observa años después un 4 % de aumento en el número de detenciones por delitos contra la propiedad y un 2 % de aumento de las detenciones por delitos violentos.
Es decir, que el impacto total de la televisión en la delincuencia de los años sesenta fue un aumento del 50 % en los delitos contra la propiedad y del 25 % en los delitos violentos.
¿Por qué exactamente la televisión producía este extraño efecto en los niños? Lo veremos en la próxima entrega de esta serie de artículos sobre los efectos de la televisión en la gente.
Vía | Falacias de la psicología de Rolf Degen / Superfreakonomics de Steven D. Levitt y Stephen J. Dubner