Todos tenemos sesgos y prejuicios, y resulta difícil erradicarlos. Uno de estos sesgos más poderosos se centra en todo cuanto tenga relación con el rostro de las personas: su belleza, su color, su regularidad, etc.
El estudio más reciente al respecto, realizado por la Universidad de Princeton (EEUU) y la Universidad de Radboud Nijmegen (Países Bajos), tiene que ver precisamente con la familiaridad de los rostros que nos rodean. Los más tradicionales, al parecer, son los que nos suscitan mayor grado de confianza. El estudio ha sido publicado en la revista Psychological Science.
Para realizar el estudio se creó una “cara típica” en formato digital con un promedio de 92 rostros femeninos, y una “cara atractiva” escogiendo las 12 caras más bonitas de entre otro conjunto de personas. Tras combinar ambas caras en una sola, crearon 9 variaciones con distintos niveles de atractivo y de características tradicionales. El resultado final fueron 11 caras, de la más atractiva a la menos atractiva, con la cara más típica ocupando el punto medio entre ambos extremos. Justo después, mostraron las 11 caras a una serie de mujeres que tenían que calificar en una escala de 9 puntos según lo fiable o lo atractivo que le pareciera cada rostro.
Tal y como explica Carmel Sofer, líder del estudio:
Aunque la cara típica no importó para la valoración del atractivo, sí importaba para los juicios de confiabilidad. Este efecto puede haber sido pasado por alto, porque los juicios de confiabilidad y el atractivo son generalmente correlacionados en la investigación. Nuestros resultados arrojan una nueva luz sobre cómo la cara tradicional o típica influye en la percepción social. Ponen de relieve el significado social de la cara típica porque los juicios de confiabilidad se aproximan a la evaluación general de las caras.
Imagen | Lila Quander
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