Las obras de Shakespeare se caracterizan por su riqueza lingüística pero, también, por la invención de nuevas palabras y nuevas formas de decir las cosas, añadiendo sufijos, prefijos y otras formas de ordenar las oraciones.
Philip Davis, de la Escuela de Inglés de la Universidad de Liverpool, de hecho, estuvo usando hace unos años los textos de Shakespeare para investigar el cerebro de una forma diferente.
Cambios funcionales
Davis está explorando lo que él llama "cambios funcionales", que demuestran cómo los giros creativos (en cierto modo errores) de Shakespeare "cambian las vías mentales y abren posibilidades" sobre lo que el cerebro puede hacer. Son los inventos lingüísticos de Shakespeare, particularmente sus errores sintácticos deliberados, lo que excita el cerebro, en vez de entumecerlo.
Un tipo de respuesta cerebral medida se llama N400, que ocurre 400 milisegundos después de que el cerebro experimenta un pensamiento o percepción. Esto se considera una respuesta normal. Por otro lado, una respuesta P600 indica un pico en la actividad cerebral de 600 milisegundos después de que el cerebro experimenta un tipo de pensamiento o percepción bastante diferente.
Davis describe la respuesta P600 como el "Efecto Wow", en el cual el cerebro está excitado, y se lo coloca en "un estado de conciencia titubeante".
En ese sentido, Shakespeare es el maestro de la obtención de P600. Es decir, que el cerebro se excita con las "rarezas gramaticales" que está experimentando. Si bien no se ha demostrado completamente que podamos localizar qué partes del cerebro procesan sustantivos en lugar de verbos, Davis dice que necesitamos un lenguaje creativo "para mantener el cerebro vivo".
También señala que gran parte de nuestro lenguaje de hoy, escrito en oraciones simples, caen en la previsibilidad. Davis también habla de las posibles aplicaciones para su investigación en otros campos, como el tratamiento de la demencia. "Mi esperanza es que encontremos formas de tratar la depresión y la demencia leyendo en voz alta a los pacientes".
Si la investigación de Davis está en la buena senda, leer poesía debería ser una actividad necesaria para mantener nuestro cerebro activo, además de una fuente inagotable del efecto "wow".
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