Nuestro sistema legal y hasta moral se basa en la noción de libre albedrío. Hacemos las cosas mal o bien porque queremos hacerlo. Naturalmente, con el desarrollo de la tecnología y la psicología podemos identificar algunos eximentes. Por ejemplo, si el alcohol. O un episodio de enajenación mental.
A medida que estas disciplinas se desarrollen más, pues, hemos de deducir que aparecerán más excepciones, más capas volitivas a tener en cuenta. En definitiva, abrazaremos mucho más la idea no de un libre albedrío total, sino mitigado. La idea de que los actos rara vez son voluntarios (quizá nunca lo sean), sino que son semivoluntarios.
¿Quién es responsable de qué?
A la pregunta de quién es el asesino habría responder como en el Asesinato en el Orient Express, de Agatha Christie: todos los son. Todos tenemos un grado de responsabilidad. Determinar que el culpable de un crimen es quien aprieta el gatillo o asesta la puñalada es como reducir un siglo de investigación neurobiológica a una mera cuestión de mecánica o hidráulica.
Por ejemplo, si alguien tiene su lóbulo frontal completamente destruido, seguramente no podremos hacerle responsable de sus acciones, porque su racionalidad está muy impedida cuando decida cómo va a actuar. Pero la cuestión es dónde pongo la línea. ¿Y si está destruido el 99 % del lóbulo frontal? ¿Y si lo está el 80 %? Estas preguntas no son simples filosofías, sino una pregunta muy pertinente, como nos explica el profesor de neurología de Stanford Robert Sapolsky en su libro Compórtate:
Esto es de una enorme importancia práctica, dado el enorme porcentaje de los condenados a muerte que tienen un historial de daños en el lóbulo frontal, especialmente del tipo más incapacitante, es decir, ocurridos en las primeras etapas de la vida.
Además de lesiones en el lóbulo frontal, hay muchos otros factores que sabemos que están correlacionados con una mayor propensión a cometer crímenes: niveles de glucosa en sangre, estatus socioeconómico de la familia de origen, si la madre fumó o bebió durante la gestación y otros factores prenatales, niveles de plomo del agua cuando se era niño. una lesión en la cabeza producida por un golpe, niveles de estrés y de glucorticoides, variante del gen receptor de la dopamina D4, la variante del gen MAO-A que se tiene, y un largo etcétera.
Tenidas en cuenta todas estas condiciones, pues, deberemos reevaluar nuestros sistemas legales y morales. Porque el concepto de autor, responsable, criminal quedará mucho más diluido. Podéis profundizar en todo ello, así como en las posibles soluciones a medio o largo plazo, en el siguiente vídeo:
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